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Actualizado: 22 de junio de 2025
Usted bien lo sabe, pero no quiere decirlo: ¿No es verdad que una niña bien educada no haría lo que yo hice esta noche?... ¡Si lo supiesen mis primas, que están deseando siempre cogerme en alguna falta!... Pero no piense V..., por Dios, que lo he hecho con mala intención... Yo soy muy aturdida... todo el mundo lo dice... pero también dicen que tengo buen fondo.
Generalmente era en extremo altiva y fría, crítica terrible que tenía en la punta de los dedos los nombres de las primas, tías y sobrinos de todo el mundo. La verdad es ésta prosiguió.
Un año había transcurrido, cuando Amaury entrando de puntillas en el salón, asustó a las dos primas que lanzaron al verle un chillido. ¡Ay! esta vez nadie gritó; solamente Antoñita al escuchar los nombres sucesivos de las personas que entraban, no pudo menos de ruborizarse y temblar oyendo el de Amaury. Pero como puede suponerse no debían limitarse a esto las emociones de los dos jóvenes.
Era evidente para la niña que sus tías, sus primas, su mamá misma se conmovían más que de ordinario cuando el susodicho anunciaba una de sus visitas, hasta el punto que la conversación, con frecuencia lánguida aun entre mujeres en el campo, animábase de súbito.
Desde la muerte de mi padre me acompañaban a la mesa dos solteronas, primas de él, y no muy sobradas de recursos, aunque sí de bambolla: los parientes más cercanos que me quedaban por la rama paterna, pues por la materna los había tan próximos y más abundantes, según mis noticias, aunque yo no los conocí jamás, porque, también según informes oficiosos, hubo invencible empeño en ello de parte de quien tenía el deber de empeñarse en lo contrario.
Aquel infeliz no conocía categorías; juzgaba por el renombre, y considerándole un personaje poderoso, una autoridad, temblaba, ocultando su turbación con la sonrisa aduladora de las razas eternamente perseguidas. Don Fernando continuó el aperador. Usté que tiene amigos en el extranjero podía arreglarle el viaje a Alcaparrón. A ver si en aquellas tierras hacía tanta suerte como sus primas.
La señorita de Freneuse dedicó al recién llegado una amable sonrisa, se levantó y ofreciendo la mano á Cipriano le condujo hasta su madre. Había prometido volver muy pronto, queridas primas, dijo el antiguo comerciante, y aquí estoy para traer á ustedes mejores esperanzas que la última vez. ¿Ha sabido usted algo favorable á nuestra causa? preguntó turbada la señora de Freneuse.
Si salgo solo, se me agua la fiesta. Voy a dar una sorpresa al tío Manolo, y a conocer a las primas, que sólo las he visto cuando eran unas mocosas.... Si ahora me desanimo, no vuelvo a animarme en diez años. Ya he mandado a Primitivo que ensille la yegua y ponga el aparejo a la borrica.
Pero alguien hubo de producir trastorno en los planes sabiamente trazados por D.ª María y sus ilustres primas; desconcertólos Napoleón, Emperador de los franceses, al poner sus ojos en esta joya del continente y al invadirla.
Decían sus primas por lo bajo que era muy orgullosa, y su padre el decimocuarto de los Porreños, aseguraba que no había príncipe ni duque que fuera digno de aquella flor. Estuvo arreglado su casamiento con un joven de la ilustre casa de Gaytán de Ayala; pero aconteció que el tal no gustó de Juno, y la boda fué un sueño.
Palabra del Dia
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