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Actualizado: 5 de junio de 2025
El siglo ha progresado hasta el punto de que los socialistas tienen la pretensión de apoderarse mañana de todo lo que yo poseo, y en medio de esta ruina de todos los derechos, de todas las autoridades y de todas las jerarquías solamente la justicia ha de ser intangible... ¡No, por cierto!
Después de los cumplimientos de usanza, la señora de Aymaret, ruborizada por nada se ruborizaba esta mujer adorable , habló al pintor de su pretensión, que el artista acogió con la mejor voluntad.
Al ver cruzar los pájaros a su lado no podía resistir movimientos semejantes a una graciosa pretensión de volar, y decía: «¿A dónde irán ahora esos bribones?» De todos los robles cogía una rama y abriendo la bellota para ver lo que había dentro, la mordía, y al sentir su amargor, arrojábala lejos.
A los chicos nos parecía una pretensión ridicula el que don Hilario quisiera dar importancia a las cosas de tierra adentro. En vez de hablarnos del Cabo de Buena Esperanza o del Banco de Terranova, nos hablaba de las viñas de Haro, de los trigos de Medina del Campo. Nosotros le temíamos y le despreciábamos al mismo tiempo.
¿Qué le extraña a usted? ¿Dice usted que su sobrino se retira ante mí? En efecto, como no declare usted de un modo categórico que no abriga pretensión alguna a la mano de Antoñita. Haré más, si es preciso repuso Amaury violentándose interiormente.
»Con 560 pesos y los 240 de renta que me producirían los 8.000 que mis padres me constituyen como dote, lo que me da 800 pesos, no tengo la pretensión de hacer una vida brillante, pero puedo bien dar a mi hogar un aspecto honroso si mi mujer posee las cualidades serias que convienen a una joven sin fortuna.
Presentó con todo, yendo y viniendo días, una proposición de mejoras para un ramo que no citaré, quedando recomendada eficacísimamente. A los cuatro días volvimos a saber el éxito de nuestra pretensión. Vuelva usted mañana nos dijo el portero. El oficial de la mesa no ha venido dije yo entre mí.
El Vizconde, a pesar de tantos saludos y conversaciones diversas, no dejaba de insistir en su pretensión. De vez en cuando, en los intermedios, esto es, siempre que Rafaela dejaba de hablar a una persona para ir a hablar con otra, el Vizconde, con palabras rápidas, dichas casi al oído de ella, le rogaba que le amase. Ella parecía no oír o no entender y no le daba respuesta.
Sin duda el Marqués, asombrado al darse cuenta de lo que su amigo deseaba, había vacilado antes de apoyar su pretensión, y en todo caso había dejado a su hija libre de acogerla o refutarla; pero con igual certidumbre se podía pensar que la idea de confiar la joven a un corazón probado ya como el de aquel amigo, debía haberle sido grata.
Lo que tú vas a hacer, es ir mañana a avistarte con tu primo y decirle que, avergonzado de tu falta, te casas con mi hermana, como debe hacerlo un caballero. Si él da su permiso, mejor: si no lo da, es igual. Tú te casas, y procuras, corrigiéndote, no hacer infeliz a tu mujer. El señorito había echado atrás su silla, como escandalizado por lo enorme de la pretensión.
Palabra del Dia
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