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Actualizado: 11 de julio de 2025


La noticia de este hecho, llevada por el viento de la novelería, penetró en los últimos y más apartados rincones de Madrid, en los palacios y en las covachas, y cuando ya todo el vecindario lo sabía, se enteraron del caso las monjas de los conventos, los enfermos de los hospitales y los presos de la cárcel. Las presas fueron las últimas en saber la ocurrencia.

Apenas me hubo visto uno de tres pastores que el ganado guardaban cuando diciendo: "¡To, to!" me llamó, y yo, que otra cosa no deseaba, me llegué a él, bajando da cabeza y meneando la cola. Trújome la mano por el lomo, abrióme la boca, escupióme en ella, miróme las presas, conoció mi edad, y dijo a otros pastores que yo tenía todas las señales de ser perro de casta.

Los corsarios alemanes, valiéndose de astucias, aumentaban con sus presas el pánico de la marina mercante. Saltó el precio del flete de trece chelines la tonelada á cincuenta; luego á sesenta, y á los pocos días á ciento. Ya no podía subir más, según el capitán Ferragut.

Procuraron los gitanos disuadirle deste propósito, diciéndole que le podrían suceder ocasiones donde fuese necesaria la compañía, así para acometer como para defenderse, y que una persona sola no podía hacer grandes presas.

La mirada de Robledo era ahora de conmiseración. ¡Pobre «bella Elena»! Había pasado por la vida como pasan sobre los mares australes los grandes albatros, orgullosos de su blancura y de la fuerza de sus alas, abatiéndose con una voracidad implacable sobre las presas que descubren á través de las olas, creyendo que todo cuanto existe ha sido creado únicamente para que ellos lo devoren.

Todos los poetas aquí nombrados abjuraron el judaismo, i no solo ellos, sino muchisimos de su lei; i esto no fue obra de la verdad i de la razon, sino del miedo á la plebe que dió en amotinarse contra las juderías para con capa de devocion i piedad, matar á sus habitadores i hacer mui buenas presas en sus haberes i haciendas.

Uno susurraba que aquel sacrificio sería inseguro y estéril, pues él no era hombre capaz de arrancarse del pecho el ansia de vivir soberbiamente, de triunfar en el siglo, de poner su garra sobre todas las presas de la voluptuosidad y del orgullo.

Pronto anidaron en aquellas almas, presas bajo inquietas pesadumbres, anhelos como antojos iniciales; pronto gimieron las nativas palmas al soplo que traía de las cumbres el polen de fecundos ideales.

Por debajo de estas formas transparentes y frágiles que quemaban cuanto tocaban, atreviéndose á capturar presas mucho más grandes que ellas, extendíase en jardines la llamada «flor de sangre», el coral rojo, y especialmente el astroides, formando con sus corolas una alfombra de color anaranjado.

Las sábanas habían quedado por un movimiento tirantes y presas bajo el peso del cuerpo, modelando a trozos la forma que cubrían; el embozo caído dejaba al descubierto algo más que el nacimiento del pecho. Nada turbaba la tranquilidad de aquel reposo reflejado en una respiración fácil e igual.

Palabra del Dia

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