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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Encorvado hacia el suelo y con las manos en las rodillas, parecía agobiado por un gran peso invisible, y sus facciones, tan expresivas y gesticulantes, en las que cada gesto subraya una malicia propia para provocar la risa, tenían en aquel momento una expresión trágica, por lo mismo que no era la acostumbrada. Le preguntamos la opinión del médico.
Pero mi mujer y yo nos preguntamos muy á menudo: ¿no sabrá Luisa el vivo interés que nos inspira su desgracia? ¿No la habrá dicho nada madama Fonteral? No puedo persuadirme de semejante cosa. Dejaria madama Fonteral de ser mujer.
Cuando volvió le embromábamos suponiendo que habría contado muchos embustes. El nos confesó que sí, y aún añadió, jactándose de ello, que todo se lo habían creído, menos una cosa. ¿Qué cosa era esa? le preguntamos. -Que cerca de Napóles respondió, hay un monte que echa chispas por la punta.
A las justas observaciones del capitán explicándole lo imposible de realizar su petición por no tener pasaporte ni haber llenado ninguno de los requisitos de embarque, la india rompió á llorar; volvió á suplicar, y no pudiendo conseguir nada, secó sus lágrimas, y dirigiéndose silenciosamente al portalón tiró á la mar los doscientos pesos. ¡Pobre Titay! oímos decir á un artillero que veía alejarse la barquilla en que iba la india. ¿Quién es Titay? preguntamos nosotros.
Venía enferma y descolorida, y tan fatigada, que mandó que luego le hiciesen la cama, y en esta misma sala se la hicieron sus criados. Yo y mi mujer preguntamos a #éstos# quién era la tal señora y cómo se llamaba, de adónde venía y adónde iba, y por qué causa se vestía aquel hábito de peregrina.
Preguntamos y volvimos a preguntar, y nadie respondía, que aquí es costumbre muy recibida: pareció por fin un hombre, digámoslo así, y un hombre tan mal encarado como el birlocho: expúsele el caso, y pedíle mi señal en vista de que yo no alquilaba el birlocho para tirar de él, sino para que tirase él de mí.
Hé aquí precisamente lo que nos sucede con la idea de lo infinito: en vano nos preguntamos qué es lo que corresponde á ella en nuestro interior: el concepto de ser en general y de negacion de límite, nada nos presentan fijo, sino ciertas condiciones abstractas á que vamos sometiendo los objetos, á medida que se ofrecen á nuestra intuicion, ó que por lo menos se nos presentan con algunas propiedades que los caractericen, permitiéndonos formar una idea menos vaga de la negacion del límite.
8 Sea notorio al rey, que fuimos a la provincia de Judea, a la Casa del gran Dios, la cual se edifica de piedra de mármol; y los maderos son puestos en las paredes, y la obra se hace aprisa, y prospera en sus manos. 9 Entonces preguntamos a los ancianos, diciéndoles así: ¿Quién os dio mandamiento para edificar esta Casa, y para fundar estos muros?
Cuando preguntamos si el número de los términos es infinito absolutamente, prescindimos de la condicion con que habíamos unido la negacion de límite: lo que era pues infinito en un caso, no puede serlo en otro: no hay una verdadera contradiccion; porque el sí y el nó se refieren á suposiciones diferentes.
Trabamos conversación con él; todo lo llevaba a materia de maravedís, que es gente que naturalmente nació para bolsas. Comenzó a nombrar a Visanzón, y si era bien dar dineros o no a Visanzón, tanto que el soldado y yo le preguntamos que quién era aquel caballero.
Palabra del Dia
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