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En 1820, esta mision fué, como ya se dijo, el teatro de una pequeña revolucion, ocasionada por la muerte que con su propia mano dió el gobernador al cacique Marasa, y cuyas consecuencias fueron el incendio del colegio y la total destruccion de los preciosos archivos de la provincia.

Pero nosotros teníamos, para sojuzgar a los traidores, rehenes preciosos, cuales eran los restos del ejército de Dupont, que estaban en nuestro poder, como una víctima maniatada y con la cabeza sobre el tajo.

No, no todo lo demás, se me olvidaban los cuatro poneys, cuatro joyas, negros como tinta, con manchas blancas los cuatro en las cuatro patas; no tendríamos valor para separarnos de ellos. ¡Los atamos a un canasto y quedan preciosos! Bettina y yo los manejamos muy bien a los cuatro. ¿Puede una señora manejar, sin gran escándalo, por la mañana temprano, en el Bosque? Aquí se hace.

A menudo, no obstante, por muchos y muy preciosos datos que un historiador acumule y ordene, los lectores, aunque sean muy entendidos, no logran formar juicio y dictar sentencia. Contrario al del novelista es el método que el historiador sigue.

Ya cercano el día, iban los alborotadores camino del cielo, más contentos que unas Pascuas, dando brincos por esas nubes, y eran millones de millones, todos preciosos, puros, divinos, con alas blancas y cortas que batían más rápidamente que los más veloces pájaros de la tierra.

La princesa, no hizo la menor objeción al enterarse de que su hijo deseaba comprar un yate para navegar por todos los mares. Podía hacerlo: era un placer de gran señor digno de él. Estaban cada vez más ricos. El petróleo, el platino, todos los yacimientos preciosos de su propiedad, y el producto de sus tierras, vastas como Estados, formaban una renta enorme.

El trapero levantó la luz hasta el techo, tocando con cierto cuidado, como objetos frágiles y preciosos, las telas empolvadas que pendían de la paja. Mira... telarañas. ¿Las ves? Aquí, allá, por todos lados. No tenemos ventanas, cristales y otras cosas superfluas y malignas para la salud; pero telarañas, puedo apostar con el más rico a ver quién las tiene mejores.

El papú, Cornelio y Van-Horn no se detenían a admirar a aquellas aves, entre las cuales las había de los más raros y preciosos plumajes, y apretaban el paso para llegar cuanto antes al bosquecillo de moscadas, esperando encontrar allí al Capitán, Hans y el chino. Varias veces habían tenido que detenerse para pasar a través de los bejucos, que les impedían avanzar, estorbándoles el paso.

Si aquel baston es en efecto del memorable cardenal, alma de Luis XIV y de su siglo, del Luis XIV de la política francesa, como varias personas me lo han asegurado, me creo con derecho para decir que la Francia es poco arqueóloga y hasta poco francesa, si se quiere; cosa extrañísima. ¿Cómo aquel baston, reliquia anticuaria y social, no pasa á uno de los ricos y preciosos Museos de Paris?

Además, la casualidad me ha servido mejor que yo podía esperar y me ha proporcionado datos preciosos sobre el hombre misterioso que acompañaba á la cantante en San Francisco. ¿Le conoce usted?