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Actualizado: 28 de julio de 2025


El geólogo es quien cuenta al aldeano la historia de su propia montaña.

Por el contrario, eran los del Santa Ana unos caballeros muy foscos y antipáticos, y mortificaban con exceso a los nuestros, exagerando su propia autoridad y poniendo reparos a todo con suma impertinencia.

El trabajo es la única manera de ser del hombre que el vascongado comprende. Le tiene tal apego á su libertad, á su personalidad de raza, de país y de individuo, que conserva su lengua propia á despecho de todo. A semejanza del catalan, es emprendedor, y cosmopolita en caso necesario. Siempre se le ve celoso de conservar y ejercer su iniciativa en toda obra de actividad social.

Aún hoy, después que he visto pasar por la tribuna tantos y tan admirables hombres, me parece que los de aquel día fueron los más elocuentes, los más sublimes, los más severos, los más superiores entre todos los que han fatigado con sus palabras la atención de la madre España. ¡Qué claridad la de aquel día! ¡Qué oscuridades después, dentro y fuera de aquel mismo recinto, unas veces teatro, otras iglesia, otras sala, pues la soberanía de la nación tardó mucho en tener casa propia!

La siguiente novela ha formado parte, hasta ahora, de un libro titulado BOCETOS AL TEMPLE. Personas cuyos dictámenes son leyes para , pretenden que Los HOMBRES DE PRO deben establecerse de cuenta propia y correr solos las aventuras que les depare la suerte.

Después rodó solo, por su propia inercia, y cada escalón le reservaba un golpe más fuerte, una sorpresa más dolorosa. ¿Hasta dónde llegaría en su derrumbamiento?... ¿Qué podría encontrar al final de esta caída ilógica?... Las entrevistas con su administrador de París le parecieron algo que transcurría en otro planeta, sometido á leyes absurdas.

La joven contestó con voz glacial, haciendo que las palabras se destacaron sonoras, una después de otra: Mis sentimientos personales no importan: ningún sentimiento, ningún deber, nada importa cuando se ha llegado a comprender el deber. La vida de los demás, nuestra propia vida, el honor, los afectos, todas las cosas vanas deben ceder ante él.

El marido era bizco, de escasa talla, cetrino, de ruda y alborotada cabellera; gastaba ordinariamente una elástica verde remendada y unos pantalones pardos, rígidos, indomables ya por los remiendos y la mugre. Llamábanle de mote el Tuerto. Los chiquillos no tienen fisonomía propia, pues como no se lavan, según es el tizne con que primero se ensucian, así es la cara con que yo los veo.

Cuando tuve edad para meterme de cabeza en los negocios por cuenta propia, con objeto de ganar honradamente algunos cuartos, recuerdo que lucí mi travesura en el muelle, sirviendo de a los muchos ingleses que entonces como ahora nos visitaban.

Pues ahora déjame. Al quedarse solo volvió a contar el dinero, y al cabo de una hora se acostó. Estaba tranquilo, con esa falsa serenidad propia de quien, tras desearlo mucho, adopta una resolución muy grave. Tardó largo rato en conciliar el sueño. Su imaginación vagaba desvariando de unas ideas a otras, como si el razonamiento fuese incapaz de sujetarlas.

Palabra del Dia

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