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Actualizado: 9 de junio de 2025
Por el contrario, eran los del Santa Ana unos caballeros muy foscos y antipáticos, y mortificaban con exceso a los nuestros, exagerando su propia autoridad y poniendo reparos a todo con suma impertinencia.
En un libro se pueden resumir muchas proposiciones en una, poniendo la prueba de manera que las incluya á todas; pero esto con la viva voz no se puede hacer, porque se distrae mucho el entendimiento, y se le escapa la vista de lo principal.
Los infelices padres, sobrecogidos de horror á la nueva de tal acontecimiento, huyeron precipitadamente de Irimo, y fueron á Aten á quejarse al juez del espantoso castigo que acababa de sufrir su hija; poniendo así en descubierto la mansion de Pacha.
Una parte de los derrotados y otros muchos patriota, irritados en vista del proceder de Zuazola, se refugiaron en Maturin, donde Piar y Azcúa mandaban durante la ausencia de Bermudez, y cuyos jefes lograron desbaratar con solo 500 hombres, en una salida que hicieron de la plaza, á 1.500 mandados por Don Lorenzo de la Hoz, rechazando despues á fuerzas mayores todavia, y poniendo al capitan general en el caso de presentarse en el teatro de la guerra á dirigir por sí mismo las operaciones.
Cuando las diferentes piezas de ropa estaban terminadas y planchadas, Cecilia las iba poniendo cuidadosamente en una cesta.
Honorina pareció sumirse en una profunda reflexión y ocultó el rostro entre sus manos. El duque se apoderó de ellas poniendo fin así a aquel eclipse de belleza. La señora Chermidy le miró fijamente, sonrió con melancolía y le dijo: Perdóneme usted, señor duque, y olvidemos nuestros castillos en el aire. Nos extraviábamos en el porvenir como dos niños en el bosque.
Don Celso, agonizante quizás a aquellas horas, o tal vez cadáver ya; Lita y su madre a su lado, asistiéndole o rezando por él; Facia en los paroxismos de su reproducida tribulación; tres bandoleros asaltando la casa, y yo, con Chisco y Pito Salces, a tiro limpio con ellos, acabando de matar con el susto a mi tío, si aún vivía, y poniendo a punto de morir de congoja a las mujeres, a dos de las cuales, por lo menos, estaba yo obligado a defender de todo riesgo mientras me quedaran un soplo de vida, un cartucho que quemar o un asador que esgrimir.
BOLADILLOS DE PATATA. Para esto se cuecen unas patatas buenas con agua y sal, se pelan y prensan; después se hace una pasta con cien gramos de azúcar fino y cincuenta de canela molida por cada medio kilo de patatas; se trabaja mucho para que quede bien mezclado y después se hace todo como para los sesos, poniendo en vez del trocho de seso como el tamaño de una aceituna de la pasta hecha con las patatas.
Ahora me parece que ya queda bien... ¡Huy, qué fría está el agua!... ¡En la mano no se nota, pero en los brazos!... Mire usted, mire usted cómo salta... Poniendo la palma de la mano contra la corriente se sube por el brazo arriba... ¿No ve usted qué hermosa y transparente está hoy?...
No, esas flechas no; una de aquellas, tres plumas por banda y punta estrecha y larga. Esas son las que á mí me gustan, marrullero, dijo Simón. ¿Estáis pronto? preguntó el ballestero, poniendo cuidadosamente en su arma un grueso dardo.
Palabra del Dia
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