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Actualizado: 3 de junio de 2025


Constanza, sostiene otras torrecillas mas delgadas, que alternan con las inferiores, y en vez de levantarse en los lados salientes se elevan en los entrantes y sostienen otra bóveda, plana y calada, bajo la cual se cobija una graciosa estatuita de N.ª S.ª en su Asuncion.

Después, por no ahogarse allí de ira y de indignación, había salido sin saber por dónde ni a qué: de calle en calle; y si al paso se topaba con Maravillas... Porque no podía ser de otro la lacería aquélla de la cuarta plana del periódico: la Fábula desde luego lo era, porque llevaba sus iniciales. Pues, carape, ¿qué menos que un par de bofetadas para desahogarse un poco?

Era una barca de pesca y tan luego como tomaba el largo se tendía la vela; después, en una mar lenta, plana, blanca al reflejar el sol, como si fuera de estaño, el patrón tendía las redes.

Estructura y panorama de la ciudad. Un juicio de aguas. Tipos sociales y costumbres. Al acercarse el vapor al seno del vasto golfo de Valencia, pude ver destacarse á lo léjos, confusa pero pintoresca en su llanura, la ciudad de Castellon de la Plana, situada á corta distancia de la costa.

Y ante aquella reunión de gente tosca, pasaba como un relámpago la visión de un Brull jefe del gobierno, llenando la primera plana de los periódicos con discursos de seis columnas y al final Se continuará; y todos ellos nadando en dinero y gobernando a su capricho España, como ahora manejaban el distrito. Jamás príncipe heredero creció entre el respeto y la adulación que el pequeño Brull.

«Tenemos caras de muertas», se decían todas las mañanas al mirarse al espejo, y martirizaban su fresca y jugosa piel con los polvos cargados de plomo, el bermellón que teñía levemente las mejillas y los lóbulos de las orejas; y como si sus ojos no fueran bastante grandes todavía enmendaban la plana a la Naturaleza, trazando leves líneas al extremo de los párpados.

Si me dormía durante el rosario, azotes; si cometía tres equivocaciones en la lección, azotes; si me caía un borrón en la plana escrita, azotes; si corría por la casa, azotes; si manchaba el vestido, azotes. ¡Siempre azotes!... Y no se tomaba siquiera la molestia de dármelos por su mano: encargaba de la ejecución a Ramiro, ese criado que le ha conducido a usted hasta aquí, el cual, cristianamente, me los propinaba hasta hacerme sangre.

Entonces le hice observar, muy delicadamente, que se le había escapado una concordancia gallega, una de aquellas concordancias por las cuales nos castigó tantas veces don Román. No, joven, replicó disgustado Castro Pérez ¡así está bien! En eso que ninguno me enmienda la plana, amiguito. ¡Así está bien! ¡Así debe ser! Recuerde usted aquella reglita del Nebrija.... Y no la dijo.

Al ver a su marido, sin volver la cabeza le preguntó: Hola: creí que habías salido ya. ¿Qué traes de nuevo? Gonzalo sacó del bolsillo el periódico, lo desdobló lentamente, y se lo presentó diciendo: Esto. ¿Y qué es esto? preguntó la joven con sorpresa. Un periódico. Ya lo veo... ¿Y qué? Trae una gacetilla muy interesante. Léela. Aquí, en la tercera plana, debajo de estos versos.

Ambos caballeros se despojaron de las largas capas y de los sombreros de ala plana. El cronista se finge el rostro pálido, demacrado de Espronceda, con los ojos ardiendo en la fiebre de su constante delirio sensual, iluminado por la luna. Tal vez llevara dentro su cerebro un rayo lunático y visionario, quien pasó por la tierra enamorado líricamente de la pálida Prometida.

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