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Por ejemplo: abría los ojos con travesura incomparable; estornudaba con redomada picardía; apretaba con su manita el dedo de cualquiera, tan fuerte, que se requería el vigor de un Hércules para desasirse; y aún hacía otros donaires, mejores para callados que para archivados por la crónica.

Después de lo que he descubierto, me pongo de parte del desairado don Pedro. La verdad, señora doña Flora; es una gran picardía lo que ha hecho usted. Trocarle, después de veinticinco años, por este mozuelo sin respetabilidad... Calle usted, calle usted, picaruela repuso la dueña . Por mi parte ni a uno ni a otro. Si usted no hubiera incitado a este joven con sus provocaciones...

Deduzco yo de aquí que toda la picardía de la señorita Eulalia y su doblez y sus embustes eran indispensables, para que el pundonor, la honradez, el candor y la inocencia de Ignacio apareciesen de realce, como punto luminoso y lleno de hermosura sobre el fondo obscuro del cuadro.

Para lograr que la distinguiera y prefiriese, le bastaron unos cuantos diálogos, y enseguida, dueña de misma, en frío, sin experimentar la emoción más leve, aseguró su conquista desplegando alternativamente candidez, picardía, recogimiento y desenfado.

Influido intensamente por la irresistible fuerza de opinión literaria en favor de la sinceridad narrativa y descriptiva, admitió estas ideas con entusiasmo y las expuso disueltas en la inagotable vena de su graciosa picardía.

Estaban ya embarcados los dos carneros, y seguia Candido de léjos en una lancha para ir al navío que estaba en la rada; el patron se aprovecha de la ocasion, leva anclas, y sesga el mar llevando el viento en popa. En breve le pierde de vista Candido confuso y desatentado. ¡Ay! exclamaba, esta picardía es digna del antiguo hemisferio.

Pignorate me dijo que iba a meter a un muchacho en la cárcel, pero ya verás como no lo consienten sus padres. Vamos, qué tenéis una sociedad para prestar a menores y luego... lo arreglan sus familias. Así, tan crudo... no; pero el que quiera dinero para vicios que lo pague... ¿Y después? Me metí en el Congreso. Tenía que votar con el gobierno, por pura disciplina, una gran picardía.

La verdad es que no declaró Julián humildemente . Pero con el tiempo..., la práctica.... ¡Bah, bah! A usted no le obedecerá ni le hará caso jamás ningún paisano, porque es usted un infeliz; es usted demasiado bonachón. Ellos necesitan gente que conozca sus máculas y les ciento de ventaja en picardía.

La infeliz, turbada y muerta de miedo, se acurrucó en el rincón opuesto, y cruzadas las manos, miraba al desgraciado demente, diciendo para : «¿En qué lo habrá conocido?... Dios, ¡qué hombre! ¿Será farsa todo esto de la locura? ¿Será que se finge así para poder matarme, sin que la justicia le persiga...? ¡Pero cómo habrá descubierto...! ¡Si no lo he dicho a nadie! ¡Si no se me conoce nada todavía...! ¡Ah!, lo que este hombre tiene es mucha picardía.

Díctese una ley, no ya aquí, sino en España y verá usted como se estudia el medio de trampearla, y es que los legisladores han olvidado el hecho de que cuanto más se esconde un objeto más se le desea ver. ¿Por qué la picardía y la listura se consideran grandes cualidades en el pueblo español cuando no hay otro como él tan noble, tan altivo y tan hidalgo? ¡Porque nuestros legisladores, con la mejor intencion, han dudado de su nobleza, herido su altivez y desafiado su hidalguía! ¿Quiere usted abrir en España un camino en medio de rocas?