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Durante los dos primeros tercios del siglo XIX apenas hubo, en nuestro país, político, jurisconsulto ni personaje notable en otras profesiones, que no empezase por componer versos y que a menudo no siguiese componiéndolos durante toda su vida.

Le hallé tendido en un pobre lecho, pálido, cadavérico; pero muy tranquilo y en reposo. Cuidábale otro marinero, que á su lado estaba de pie y con los brazos cruzados sobre el pecho. No me era extraño este personaje; y, en efecto, después de contemplarle unos instantes, conocí en él al Tuerto. Pero, ¡qué viejo, qué encanecido, qué anguloso y encorvado le hallé!

Hacíamos noche en las posadas y ventas del camino, donde Santorcaz lucía su prodigiosa habilidad en el no gastar, logrando siempre que se le sirviese bien. Para estas y otras picardías, mi compañero se hacía pasar por un insigne personaje, mandándome que le llamase Excelencia y que me descubriese ante él siempre que nos mirara el mesonero.

Departiendo una mañana en el portal de la iglesia con el alcalde del pueblo, brindóse de muy buena gana á traer de su cuenta, un reló de torre para la iglesia del pueblo, como un regalo que dedicaba á los honrados vecinos entre quienes tan buenos ratos había pasado. El alcalde, al oir la palabra regalo, abrió unos ojos de á tercia, y dióse á reir de pura satisfacción; pero cuando se puso á reflexionar sobre el motivo de tanto desprendimiento, tornóse serio, y dijo al personaje, con la mejor cara que pudo, que al día siguiente le daría la contestación.

Yo creí naturalmente, á mi me pareció que era naturalmente; creí, repito, que se trataba de algun personaje famoso en materia de ciencias ó artes, y tenia cierta curiosidad por adquirir noticias acerca del personaje que yo me fraguaba. Jeannin es lo que nosotros llamamos un tabernero.

Y como don Simón opinaba lo mismo que su mujer, no durmió aquella noche, contando las horas que faltaban hasta la en que pudiera presentarse al país para decirle que aceptaba su proposición... «por no desairarle». Amaneció al cabo; y como los instantes son preciosos en tales ocasiones, nuestro personaje no esperó a la noche para ver a sus amigos.

Vi en usted la alegría de mi juventud que empieza á irse y la melancolía de ciertos recuerdos... Y sin embargo, acabaré por odiarle: ¿me oye usted, argonauta pesado?... Le aborreceré porque no sirve para amigo; porque sólo sabe usted hablar de la misma cosa; porque es un personaje de novela, un latino, muy interesante tal vez para otras mujeres, pero insufrible para .

Escuché su discurso en actitud contrita y humillada, querido cura, pero al final, que fue muy bien dicho, mi carácter indómito dio a la razón un cuerpo desairado, una nariz larga, romana, y una fisonomía seca y desabrida: este personaje se parecía a mi tía de tal modo, que incontinenti tomé ojeriza a la razón. Tal ha sido el resultado de la elocuencia desplegada por mi tío.

Schmidt, en la obra citada, dice que el rey D. Pedro de Aragón, de este drama, apellidado el Cruel, es un personaje tradicional á que ha dado origen el Don Pedro de Castilla; pero los versos siguientes de la comedia de Guevara, También la afrenta es veneno, prueban que el rey de Aragón se llamaba también el Cruel.

Cierto individuo que ambicionaba el estanco y que servía de agente electoral a un personaje político, logró que para dárselo a él se lo quitaran a don Quintín, el cual al volver una tarde de casa de Carola, deshecho a puras caricias, se encontró sobre el mostrador un oficio en que la Dirección de Rentas Estancadas le desposeía de aquella concesión estanqueril, cambiándosela por otra en los barrios bajos, que seguramente produciría mucho menos.