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Actualizado: 22 de junio de 2025
El remanso donde se bañaba estaba envuelto en sombras espesas que los árboles arrojaban. Permaneció más de media hora tendido de cara al cielo contemplando las estrellas que flotaban en el éter como él en el agua. Pensaba, ó por mejor decir, soñaba cosas disparatadas, pero suaves y hermosas. El calor, sin embargo, no huía de su cuerpo.
De ser creyente, se hubiese hecho ermitaño, lego de un convento de trapenses, asceta en un desierto. Ahora comprendía la huida del mundo, el aislamiento cruel, las santas locuras de ciertos desesperados, que al ser mordidos por el dolor encuentran remedio en su ignorancia y su fe. Permaneció varios días en la cabaña de Zaratustra, complaciéndose en su suciedad, haciendo de esto una mortificación.
Nolo permaneció un instante fuera. Luego, en vez de tomar el camino de la Braña, se salió de la aldea á toda prisa por el extremo opuesto. Buscó el sendero del monte y se emboscó por los castañares que en aquella hora estaban lóbregos y medrosos. El mozo los atravesaba con paso vivo y resuelto, más emboscado aún en sus propios pensamientos y recelos.
Permaneció toda la noche meditando en el mismo sitio, sin que los pasos del hombre de cuarto que recorría acompasadamente el puente le arrancasen á sus reflexiones. No vió al capitán que de pie en su sitio de honor velaba doblemente aquella noche.
«¿No me lo repite usted también, Liette?» Liette permaneció silenciosa. En el fondo, Raúl no deploraba más que a medias el plazo que se le había impuesto.
En tiempo de los jesuitas pudieron los indios de San Javier aprisionar uno de estos indios, y lo trajeron al pueblo, en el que procuraron agasajarlo con la suavidad del trato; pero nada bastó para que depusiese su ferocidad, en la que permaneció sin querer tomar alimento ni hablar una palabra, hasta que murió.
La diminuta tertulia, después de agotar los no muy variados recursos del juego de prendas, permaneció inactiva y acomodada en el ángulo de la sala, entablando en voz baja una vivísima plática entrecortada de risas y exclamaciones, donde los jóvenes de ingenio tuvieron ocasión de lucirlo a expensas de algún desventurado a quien despellejaron sin piedad.
Sus ojos se clavaron en la persona que tenía delante, y por mucho tiempo permaneció mirándole, cual si no tuviera conocimiento de lo que veía, ó como si su sorpresa fuera tal que no pudiera creer lo que estaba viendo. Después extendió el brazo lentamente hacia él y le nombró con voz muy débil. ¿No sabes por qué estoy aquí? dijo Lázaro conmovido. Me parece que no nos hemos visto desde mi pueblo.
El maestro permaneció de pie delante de él, hasta que alzó los ojos. En el momento que sus miradas se cruzaron, el maestro fuese a su encuentro derechamente. Cuando principió a hablar, algo se le fue subiendo a la garganta que retardaba su palabra; su propia voz le asustó; tan profunda y vibrante sonaba. Pero moderó sus impulsos pues quería a toda costa evitar un escándalo.
Permaneció pensativa, extrañada del singular acuerdo que revelaban las palabras y las acciones de aquellas tres personas que debían estar violentas al encontrarse juntas y que, sin embargo, parecían unidas por la mayor confianza como si se hubieran visto el día anterior.
Palabra del Dia
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