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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Al fin y a la postre, ¿qué había pasado entre Pepe Guzmán y ella? Nada en substancia.
Ahora le toca saber que Pepe Castro se dejaba admirar lleno de condescendencia, y que de vez en cuando se dignaba iniciarle en algunos inefables secretos referentes a sus altas concepciones sobre las yeguas inglesas y las boquillas de ámbar.
De la cazuela salió entonces una voz que gritó: Fué Pepe de la Esguila. Las miradas del público se dirigieron hacia este menestral, que se hizo el distraído sacando la boquilla del cornetín y sacudiéndola; pero estaba cada vez más colorado. Si no sabe tocar que se vaya a la cama gritó la misma voz.
Mas, con existir entre ellos tal desigualdad de humores, vivían en profunda paz. Pepe adoraba el talento de su mujer, se postraba ante él rindiéndole homenaje en cuantas ocasiones se ofrecían.
Además, Leocadia comenzó también a ir a la iglesia y ambas dieron en repetir la oración que decía Tirso antes de las comidas. «¿Dónde diablos habrán aprendido este rezo?» se preguntaba Pepe. Poco le duró la duda.
Su voz tomó inflexiones de burla provocativa: Pepe, sin dejar de limpiar con cuidado la poca sangre que don José tenía ya casi seca en el nacimiento del pelo, repuso enérgicamente: ¡No! no saldrás sin permiso mío. Ya que es preciso, lo diré claro, hablaré como nunca me habéis oído hablar.
Pocos instantes después entró don Luis, y oyendo las causas de la determinación de Pepe, le prometió interesarse en favor suyo para facilitarle pronto regreso a Madrid con destino a cualquier oficina militar: diole él gracias y se despidieron.
Pepe se había puesto a leer La Libertad Española, que pidió a Leocadia y que ella le trajo sin una sola arruga, con gran sorpresa de Tirso; mas este permaneció callado, deseoso de escuchar a Millán que, mirando de vez en cuando a la chica, sostenía el diálogo con don José. Decía el viejo: Aquí no se hacen más que torpezas; si el partido liberal se divide, vamos a ver cosas muy tristes.
Una tarde, al regresar Pepe de la imprenta, la encajera del portal le dijo que la señá Manuela y la señorita acababan de subir. Pero, ¿han salido las dos? ¡Anda! a media tarde ¡si paece que andan too el día pingando!
Su generosidad, mal empleada primero, ya en mujeres livianas, ya en sostener en la holganza y la crápula al desvergonzado parásito Pepe Carranza, empieza a tomar atinada dirección merced al cariño, sin el menor viso ni asomo de concupiscencia, que le inspira Soledad, fiel y honrada ama de llaves.
Palabra del Dia
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