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Actualizado: 20 de junio de 2025
Consecuencia es de esto que nuestro poeta no demuestre grande afición, al obedecer á esas influencias, al drama histórico propiamente dicho, como sucede á Lope de Vega, cuyos trabajos en esta parte, aunque no perfectos, parecían, sin embargo, prometer mucho para lo futuro, arrancándose siempre de su época con trabajo y como contra su voluntad, y penetrando en los siglos pasados, tan distintos de aquélla.
Los labios de la mujer quedarían detenidos ante la rejilla de madera; pero su aliento, penetrando en los oídos de amante, le agitaría el cerebro con una conmoción nerviosa, fingiéndole las ardientes caricias de la tierra cuando debía pensar en las dulzuras inefables del cielo. Su alma sufriría dos tormentos en un solo suplicio, deseando como enamorado lo que le mancillaba como sacerdote.
Tenía confianza plena en la lealtad de su amigo. Pero le gustaba que su adorada le escuchase cuando pronunciaba las frases: "a la barra", "yo pienso dictaminar en mal sentido", "la ley municipal exige que los aforos", etc., a fin de que el ángel de sus amores se fuera penetrando de los altos destinos a que la suerte la tenía reservada uniéndose a un hombre tan enérgico y tan administrativo.
Llegó al fin la ocasión, y Pepe volvió a trabajar por las mañanas en el hôtel de la Castellana. Era ya cerca del medio día. El balcón del cuarto de los libros estaba abierto, las persianas caídas, y el sol, penetrando por entre sus listones, formaba sobre la fina estera de junquillo un dibujo a rayas blancas y negras.
Poco á poco, y por virtud de estas memorias, se fué apaciguando la violenta desesperación en que ardía su espíritu; fué penetrando en él un pensamiento melancólico y suave que le reconcilió por un instante con la vida. El sentirse amado, mucho más siendo por una mujer hermosa, aplaca siempre un poco el odio de la existencia.
Permaneció inmóvil hasta que salió de su error; pero se le escapó un grito de angustia y se puso a temblar murmurando: Valor y energía; y ya tiemblo y palidezco al solo pensar en su aparición. Se dejó caer en una silla. Sin duda una confianza nueva iba penetrando en ella, porque una sonrisa de reto se dibujó lentamente en sus labios, mientras una chispa de coraje brilló en sus ojos.
Tal vez él no creía en tal penuria; tal vez, como un miserable, pensaba que ella podía entregarse a cierta clase de aventuras, que le facilitarían suficientes medios para vivir en la abundancia. Pues, no, no. Creyéralo o no, ella no podía dejar de volver los ojos a la vida tranquila, serena, que él la había enseñado a preferir, penetrando sus verdaderos goces.
Tomando el instrumento por la anilla, colocándolo en el plano vertical del astro y moviendo con la otra mano la aliada, hasta conseguir que un rayo de luz penetrando por el agujero de la pínula superior, correspondiera con el otro, la línea fiducia señalaba la altura, contada desde la línea del horizonte .
Donde quiera que se levantaban los ojos se veían siempre enormes cometas de papel, ora en forma de dragones, ora de cetáceos o aves fabulosas, llenando el espacio de una inverosímil legión de monstruos transparentes y ondeantes. ¡Sa-Tó, basta de ciudad tártara! Vamos a ver los barrios chinos. Y allí fuimos, penetrando en la ciudad chinesca por la parte populosa de Tchin-Men.
Y como no se le aparecía, ya se quedaba aguardándola largas horas, ya se ponía a buscarla por uno y otro lado y hasta penetrando en el obscuro y ruinoso torreón que pudiera acaso servirle de refugio.
Palabra del Dia
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