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Actualizado: 16 de noviembre de 2025
Pero si consideramos la situación en conjunto, nos es preciso reconocer que los progreses realizados desde aquellos tiempos son bien grandes. El aire y la luz entran en la mayor parte de nuestras residencias; el sol penetra por las ventanas; á través de los árboles vemos brillar á lo lejos las perlas líquidas del arroyo y á nuestra vista se presenta hasta el inmenso horizonte.
Ya dijimos antes, que, pocas veces este poeta, como Lope de Vega, penetra en lo pasado y en su espíritu, y que, al contrario, es lo más común que mire á su tiempo como tipo del anterior, y no escriba, por tanto, en sentido verdaderamente histórico.
Así que, ante la presunción de ser engañado por la mujer que amaba, su pensamiento se revolvía aturdido como el pájaro que penetra casualmente en una sala. Al fin la distracción llegó á ser tan manifiesta que la condesa se le quedó mirando un rato y le preguntó con inquietud: ¿Qué tienes? ¿Yo?... Nada. Sí tal... Algo te pasa... ¿Por qué estás triste? No estoy triste. ¡Oh!
Hay esperanzas, me dijo, de que Parsondes viva aún; pero, si ha muerto, es menester vengarle y castigar a su matador, que no puede ser otro que el rey Nanar. Tu sabiduría, señor, le contesté, es como la luz, que lo penetra y descubre todo.
El viajero se figura no pertenecer ya á la tierra y flotar en el espacio infinito. Mucho más se penetra aún en las regiones de los sueños, cuando, después de haber atravesado el punto culminante se baja por la pendiente opuesta, arrebatado de vuelta en vuelta con espantosa rapidez.
Se deslizaba á hurtadillas, con pisadas tan cautelosas y aspecto tan precavido como un ladrón que penetra en una alcoba donde hay un hombre medio dormido, ó quizá completamente despierto, con el objeto de hurtar el tesoro mismo que este hombre guarda como la niña de sus ojos.
Como poeta popular Lope tiene tanta vida como la naturaleza misma. Es indecible su sentimiento de la realidad; penetra con la mayor agudeza en el verdadero ser de los individuos colocados en las situaciones más opuestas y pone en sus labios la palabra justa en que aquél se nos revele.
No estás solo en este desierto: te rodean todos los héroes de Ariosto, y podrías elevarte a las nubes con el poeta, si es que el frío, que penetra hasta los tuétanos, no te obliga a bajar a la tierra.
Este hombre, sin embargo, no concitaba los odios del vecindario contra sí, como podía suponerse. En las aldeas y villas, por el trato íntimo, largo y constante de las personas, se penetra más en el alma de cada uno que en las grandes poblaciones. Un trato superficial hace, en éstas, simpáticos a muchos hombres fríos, egoístas y hasta perversos.
Ella envuelve, penetra, traslada, transforma la Naturaleza. ¡En qué desierto horroroso, en qué selva sombría no vamos á buscar las aguas que brotan del centro de la tierra! ¡Qué culto más supersticioso no profesamos hacia esos temibles manantiales que nos traen las escondidas virtudes y los espíritus del globo!
Palabra del Dia
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