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Actualizado: 5 de octubre de 2025


A este público que me admitió la edición primitiva de estos libros, que recibe bien la ilustrada, y que tal vez, andando el tiempo, no ponga mala cara a otra, presentada en forma y condiciones diferentes, debo gratitud eterna. Mientras su favor me dure, yo no he de pecar de ingrato ni de perezoso.

El uno era un gigante, sin pecar de exagerados al decirlo; en todo Madrid no se hallarían seguramente dos hombres que le aventajasen en estatura. Llamábase D. Pablo Bembo, pero nadie le conocía sino por el coronel Bembo, porque lo era, hacía ya bastantes años, de caballería.

Si resultó lo contrario, bien pudo decir Fernando de Rojas lo que dice el beneficiado: «que si la juventud tomase de aquí ocasión para pecar, eso no es culpa de esta obra, sino de nuestra mala condición, la cual, como estómago muy corrompido, la medicina que se le da para su salud la convierte en malos humores

Doña Luz logró tranquilizarse y continuó hablando: Por temor de que, en el caso de que la condesa de Fajalauza me dejase por heredera, D. Gregorio no cumpliese bien su comisión, mi padre, que toda su vida fue descuidadísimo, quiso en esta sola ocasión pecar de cuidadoso.

A lo defectuoso de estas confesiones se agrega el que, confesándose el día antes, quedan expuestos por su rudeza y flaqueza a pecar antes de recibir la comunión; el poco recato que tienen en sus casas, en donde por lo regular viven distintos matrimonios, tal vez sin ser parientes, y aunque lo sean, reparan poco en los incestos; lo dados que están al vicio de la incontinencia y el poco conocimiento del sacrilegio que cometen son motivos para creer que pocos llegarán a la comunión sin haber añadido nuevos pecados a los que dejarían de confesar, principalmente las indias, que, si están amancebadas con español o algún indio mandarín, es cosa sentada que no dejará de condescender con la voluntad de su mancebo, por no tener resolución para negarse, aun cuando su voluntad fuera el abstenerse siquiera esa noche.

Fuiste escogida para este prodigio, porque has padecido mucho, porque has amado mucho, porque has pecado mucho. Padecer, amar y pecar... ve ahí los tres infinitivos del verbo de la existencia. Nacerá de ti el verdadero Mesías.

Y aunque hubiesen advertido al obispo de las secretas pasiones de su sobrino, había fingido ignorarlo todo, pensando, acaso, como Molière, Que pecar en silencio no es pecar. ¿Qué camino, pues, le quedaba al pobre Arturo, que corría en pos del escándalo, como corren otros en pos de la gloria, sin poderlo alcanzar?

Una idea infame... la idea de pecar otra vez... dijo Guillermina, balbuciente . ¿Es eso?... Eso es... pero verá la señora. Yo quiero echarla de ; pero a veces se me ocurre que no debo echarla, que no peco... ¡Jesús!

Ya hemos visto por las cartas la vehemencia de su pasión; pero él seguía enfrenándola con los mismos afectos piadosos y consideraciones elevadas de que en las cartas da larga muestra y que podemos omitir aquí para no pecar de prolijos.

Tuve la satisfacción de escuchar que, en su concepto, era lo bastante para que pudiese imaginar, sin pecar de presumido, que no le era indiferente a su prima. De la entrevista con el clérigo no le hablé palabra, porque la verdad del caso la hubiera hecho reír a mi costa, y una mentira ninguna utilidad me traía. Por supuesto, por hacer como todos los demás, también me brindó protección.

Palabra del Dia

vejigatorio

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