United States or Egypt ? Vote for the TOP Country of the Week !


Limpiado que hubo la cuchilla en el césped, volvió a comer su churrasco, mezclando en el acero las mal limpiadas gotas de la sangre de Peñálvez con el jugo del churrasco. De cuando en cuando se empinaba el porrón de aguardiente de caña, hasta quedarse medio borracho, según su costumbre, a la caída del sol. Como el crepúsculo se obscurecía ya, fue a tenderse en el rancho.

Viendo que la Pepa no dijera nada, Peñálvez se atrevió a hablarle y le dijo muy quedo, con su voz más tierna e insinuante: Pepa, ¿no me conoces ya?... Pepa seguía silbando como si no le oyese... Pepa, soy Peñálvez, el escribiente de la policía y amigo de don Lucas. ¿No te acuerdas de cuando iba a visitarlo? Pepa continuaba sin responder...

El Chucro miró la fosa, pareció satisfecho, y ordenó a la Pepa: Quítale al muerto las prendas que lleva. La Pepa sacó al muerto el dinero, las alhajas y la ropa, dejándole sólo la camisa... ¡Sácale también la camisa! gritole el Chucro. Y cuando la Pepa había cumplido su orden, él mandó a Peñálvez: Enterrálo.

El Chucro silbó, imitando a la perfección el estridente grito de una ave acuática. Al oírlo, la Pepa tiró su anzuelo y corrió a su encuentro como un perro. Peñálvez se sorprendió extraordinariamente de su actitud de esclava. Pues antes, en la vida civilizada de la estancia de don Lucas, había sido la gallega más gruñona y colérica.

Pero hacía una tan hermosa tarde de primavera, que la idea de morir le pareció absurda, verdaderamente absurda. Miró al Chucro y vio que no le sacaba los ojos, siempre con la carabina cargada en la mano... «Si intento escaparme agregose Peñálvez, me fulmina de un tiro, con su excelente puntería de cazador profesional. A no ser que me ayude la Pepa, no podré huir de la isla...»

¿Qué estás mirando, gallega bruta? preguntole de pronto el Chucro, con colérica voz ¿Por qué no ponés salmuera al asado? Se me olvidaba... repuso ella. Voy a ponerle. Sin manifestar su atención, Peñálvez seguía mientras tanto cavando la fosa del comisario... «¡Pobre comisario! decíase.

Advertido de su distracción, apostrofolo el Chucro, apuntándole al pecho con la carabina: ¿Por qué te quedas papando moscas? ¡Acabá de una vez el pozo, si no querés que te entierre antes que al comisario! Peñálvez se secó el sudor de la frente y siguió cavando. Entre los golpes de pala cavilaba cómo daría, cuando volviera, la noticia de su viudez a la mujer del comisario.

El Chucro preguntó entonces a la Pepa: ¿Está ya el asado? La Pepa repuso: Todavía no. Dentro de un momento estará... Al oír esta respuesta, el Chucro intimó a Peñálvez: Apúrate, así te entierro antes de que esté el asado. Y Peñálvez se apuró... El Chucro le añadió en seguida, riéndose sonoramente por primera vez: Como sos flaco, basta una zanja larga...

Y su aspecto era tan torvo y sombrío, que Peñálvez no se atrevía a hablarle... Al rato volvió Pepa, jadeante, arrastrando el cadáver. Arrojolo sumisa a los pies del Chucro, dicióndole en un tono de ternura ilimitada: Aquí está. El Chucro le repuso: Dejalo ahí. Se levantó, sacó el facón y se dirigió a Peñálvez.

Hasta a don Lucas, un solterón bondadoso y tranquilo, recordó Peñálvez que lo intimidaba muchas veces, disponiendo y arreglando a su gusto las cuestiones caseras... Comprendiendo Peñálvez que su salvación dependía de la Pepa, esperó conmoverla y propiciársela... Al efecto, tomó la actitud más triste, dejando correr las lágrimas del miedo.