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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Sus enemigos, o por mejor decir, los de su suegro, ¡con qué placer le hincarían los dientes! Subió de nuevo las escaleras y entró en el Saloncillo para reflexionar un momento. Después de dar unas cuantas vueltas, con la mirada extática, sin saber él mismo si andaba o permanecía inmóvil, revocó su acuerdo. Tomó de la mesa el periódico, lo dobló pausadamente, y lo guardó en el bolsillo.
Las hermanas de Lorenzo llevaron los pañuelos a los ojos y en medio de un silencio de sollozos el padre de aquél se dirigió pausadamente hacia el escritorio en el que penetró despacio... ¡Sólo usted... sólo usted es capaz de este sacrificio! Qué sacrificio, señora, si Lorenzo es para mí un hermano. Y usted es para mí un hijo desde hoy.
Esto era elemental. Después cogía la cuchara con la mano izquierda y con la derecha iba echando pausadamente los terrones, dirigiendo miradas indulgentes a todo el local y a las personas que entraban. Como veterano del café sabía tomarlo con aquella lentitud y arte que corresponden a todo acto importante. Imposible que la historia siga a este hombre en todos sus periodos cafeteros.
En los soportales de las casas de enfrente acaecía poco más o menos lo mismo; pero en la calle había poca gente, porque estaba cayendo pausadamente una agua menudísima que los vecinos de Nieva se habían acostumbrado a no despreciar, pues a la postre, y a pesar de sus modos blandos y sutiles, moja como cualquiera otra.
Las florecillas que cubrían el techo de la cabaña, en imitación de los jardines de Semíramis, se acercaban unas a otras, mecidas por las auras, a guisa de doncellas tímidas que se confían al oído sus amores. La mar impulsaba blanda y pausadamente sus olas hacia los pies del duque, como para darle la bienvenida. Oíase el canto de la alondra, tan elevada que los ojos no alcanzaban a verla.
Don Álvaro no se movía; y vio a la Regenta detrás de los cristales, cerrando pausadamente las maderas; y ella en medio, en el hueco de luz, mirándole seria, dulce... y después cuando ya sólo quedaba un intersticio le miró risueña, juguetona. Volvió a abrir otro poco... y volvió a verle todo el rostro.
Acercándome a la reja, pude fácilmente distinguir tras ella bultos blancos y negros, entre los cuales algunos desfilaron pausadamente y sin ruido hacia una puerta que se abría en el ángulo del fondo, y otros permanecían inmóviles y de rodillas. Eran las monjas.
Escondido tras uno de los pilares vi descender de los coches y subir pausadamente a las personas que eran esperadas, y al mirar al diplomático, que cargaba en sus brazos a una mujer para bajarla del carruaje, reconocí a la monjita de Córdoba.
Esto no sería fácil averiguarlo, pues en aquel momento descubrió Ah-Fe el secreto del cerrojo y pudo abrir la puerta, coincidiendo esto con el ruido de pasos que se oía en la escalera. El chino no apresuró su salida, sino que cargando pausadamente con el cesto, cerró con todo cuidado la puerta tras de sí, y penetró en la espesa niebla que se cernía impenetrable por la calle.
Tanto mejor, si he tenido la felicidad de hacerme comprender bien. Hasta la vista, señor Juan, hasta mañana. Madama Scott y miss Percival tomaron pausadamente el camino del castillo. Y ahora, Zuzie, reñidme bien fuerte... Lo espero... Y lo he merecido... Reñiros, ¿por qué? Diréis, sin duda, estoy segura, que he demostrado mucha familiaridad a ese joven.
Palabra del Dia
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