Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 22 de octubre de 2025
Volvió a sonreír Patricia con infernal malicia, y... «¿Qué... pero qué...?» balbució la señora acercándose de puntillas a la puerta de la sala. Empujola suavemente hasta abrir un poquito. No veía nada. Abrió más, más... Estaba pálida como si se hubiera quedado sin sangre... Abrió más... acabáramos. En el sofá de la sala, tranquilamente sentado... ¡Dios!, el otro. Fortunata estuvo a punto de perder el conocimiento. Le pasó un no sé qué por delante de los ojos, algo como un velo que baja o un velo que sube. No dijo nada.
En los siguientes días, las escapadas al cuarto vecino tenían lugar a horas varias, cuando Maxi salía. Iba a estudiar con un amigo para tomar el grado, y además solía ir a la farmacia de Samaniego. Ya estaba acordado que tendría plaza en el establecimiento. Aunque sus ausencias eran seguras, ambos criminales determinaron poner el nido más lejos. En tanto, Patricia hacía lo que le daba la gana.
Un rato estuvo meditando, hasta que Patricia, mientras ponía los garbanzos de remojo, la sacó de su abstracción con estas mañosas palabras: «Díjome doña Cirila que es usted muy linda, ¿sabe?... que esta mañana la vio a usted en la iglesia y que le fue muy simpática. Verá usted, cuando la trate, que también ella se deja querer.
Tocó el cerrojo para cerciorarse de que estaba corrido, y se fue a la sala. Patricia volvió a la cocina. «En todo caso, es demasiado pronto» pensó Fortunata sentándose en una silla y poniéndose a pensar. Fue como una concesión a las ideas malas que con tanta presteza surgían de su cerebro, como salen del hormiguero las hormigas, en larga procesión, negras y diligentes.
Por desgracia, las aprensiones que asaltan a Fabrice no se hallan distantes de la certeza; aunque lo haya aceptado únicamente por desesperación, Beatriz ha entrado en casa del pintor como mujer honrada, con la más sincera resolución de sofocar todo sentimiento en contradicción con sus nuevos deberes, y decidida firmemente a identificarse con su marido; pero aunque estime sus talentos, hay en el arte del pintor algo de manual, un no sabía qué de mercantil que chocaba a esta altiva patricia.
Producto singular de dos opuestas civilizaciones, donde si bien la una prepondera, la otra no se extingue, osténtase la antigua Colonia patricia en la época mas floreciente que alcanzó la dinastía de Merwán, exaltada de consuno por el genio del placer y por la religion del sufrimiento.
Lo primero que hizo, conforme a su gran carácter, fue sobreponerse a los sucesos, no amilanarse por la vista de la sangre y dictar atinadas órdenes preliminares, como acostar a Maximiliano, traer provisión de árnica, reconocerle bien las contusiones que tenía y llamar un médico. «¿Pero y Fortunata?». Salió a hacer unas compras dijo Patricia. ¡Es particular! Las ocho y media de la noche.
Ya recomendaba en voz baja a Fortunata que no estuviese tan displicente con doña Silvia; ya corría al comedor a disponer la mesa; ya se liaba con Papitos y con Patricia, y parecía que a la vez estaba en la cocina, en la sala, en la despensa y en los pasillos. Creeríase que había en la casa tres o cuatro viudas de Jáuregui funcionando a un tiempo.
Las seis de la tarde serían cuando Rubín volvió a su casa. Estaba lívido, y de lívido pasó a verde, cuanto Patricia le dijo que la señorita había salido a compras. Dejándose llevar de su insensato recelo, interrogó a la criada, tratando de averiguar por ella. Pero a buena parte iba.
Sólo se hablan olvidado unas bujías y Patricia bajó a traerlas. Acostado Maxi, sucedió lo que se temía: que se puso peor, y vuelta a los vómitos y a la desazón espasmódica. «Tú no quieres hacer caso de mí... ¡Cuánto mejor que hubieras dormido en casa esta noche!
Palabra del Dia
Otros Mirando