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Actualizado: 6 de julio de 2025


No más, sino que deseo vivir para mi Salvador. Y diciendo esto, se puso de rodillas, y besó la mano á San German. El santo le dió su bendicion, y una medalla de metal, en que estaba esculpida la efigie de Cristo. Los misioneros parten, Nanterre los saluda con gritos de fervor, y la muchacha quedó allí. Es probable que allí viviera oscuramente durante algun tiempo; pero no estaba sola.

Hubiera sido poco piadoso recordarle los melancólicos acabamientos que nos rodean y que espejan la muerte en cada cosa que miramos. Jamás la hablamos de las despedidas, de las naves que parten y de los corazones ausentes, de las últimas notas de las melodías. Y sobre todo, de ese terrible fantasma del otoño.

Pues bien, lo que más me pesaba no eran los paisajes, y eso que hay en ellos montañas de café con leche y mariposas que parten los corazones, sino precisamente el reverso blanco, lo que parecía que no debía de dar cuidado a nadie.

De esta orla parten divergentemente cuatro ó cinco ráfagas de plata y oro, como los destellos que vemos en las aureolas de los santos góticos. Era, pues, un astro de luto; el cadáver del sol; la luz vestida de negro. Sol y luna formaban un solo cuerpo, engendro misterioso que representaba á la vez el día y la noche.....

Parten de Paris líneas de caminos de hierro para todas las fronteras, y los embarcaderos de las estaciones son otros tantos palacios: merece especial mencion el de Estrasburgo, al cual se va por la calle del mismo nombre que desemboca en el Boulevard. Esta calle, larga y ancha, se ha abierto y construido de exprofeso, para dar frente á la magnífica estacion de la citada via férrea.

Despues, otras calles semicirculares, inmensas y paralelas al semicírculo del eje, cortan y ligan entre , de un lado á otro de la ciudad, las calles que parten del centro cortesano, desde el cual, mirando en cualquiera direccion, se ve desarrollarse todo el cuerpo con matemática uniformidad. A un lado del palacio está el jardin botánico, que por cierto es uno de los mejores de Alemania.

Las parejas de mulas, curiosamente enjaezadas, entran, dirigidas cada una por dos mozos de uniforme especial, al trote solamente. Un travesaño pendiente de las correas del tiro, con garfios de fierro, agarra el cadáver de un animal, casi hecho trizas; los látigos traquean, y las mulas parten á escape, como demonios frenéticos, saltando, tirando coces y bufando, estimuladas á golpes.

De tiempo en tiempo se alza también del sombrío recinto del valle un grito agudo, prolongado, angustioso, uno de esos gritos de la noche que nadie sabe de dónde parten, y que hielan de terror el corazón del más bravo. Óyese en la estancia el crujir de un vestido.

Cuando se trata de sofocar esta sublime terquedad de la esperanza, que brota alada del seno de la decepción, todos los pesimismos son vanos. Lo mismo los que se fundan en la razón que los que parten de la experiencia, han de reconocerse inútiles para contrastar el altanero no importa que surge del fondo de la Vida.

Fortunata frunció el ceño, y sin levantar las miradas del suelo, doblaba y desdoblaba un pico del delantal. Eso no tiene vuelta de hoja, compañera. O a casa con su marido, o a la calle con Juan, Pedro y Diego, a ver si sale algún primo con quien ir tirando. De este camino malo parten varios senderos, y no todos concluyen en el hospital y en la abyección. De modo que piénselo usted.

Palabra del Dia

buque

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