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Actualizado: 21 de junio de 2025
Cuando el cura subía la escalera para podar sus perales y sus parras, por encima de la pared divisaba las tumbas sobre las que había dicho las últimas oraciones y echado las primeras paladas de tierra.
Muchas veces todo parecía vacío, menos el corral, en donde se agitaba constantemente una multitud de gallinas; el gran jardín, en el cual las muchachas de la granja recogían la hierba, y la terraza expuesta al mediodía en la que la señora de Bray y sus hijos estaban a la sombra de las parras, cada día menos compactas por la caída rápida de los pámpanos secos.
Nunca había dicho más, acompañando con la misma exclamación de su confuso pensamiento hacia Dios las alegrías y los dolores. Pep había dado varios tientos al jarro de vino, lleno del zumo sonrosado de las mismas parras que extendían un toldo de pámpanos ante el porche.
Cerca de un mes permanecieron en la antigua ciudad episcopal, paseando a la caída de la tarde por las calles solitarias cubiertas de hierba, con sus palacios ruinosos del tiempo del Concilio; bajando en esquife la corriente del Rhin a lo largo de riberas orladas de bosques; deteniéndose a contemplar las casitas de techo rojo y amplias parras bajo las cuales cantaban los burgueses jarro en mano, con una alegría germánica de sochantre, grave y reposada.
Así se lo describe a Francisco Rioja en una epístola: "Que mi jardín, más breve que cometa, tiene sólo dos árboles, diez flores, dos parras, un naranjo, una mosqueta."
El mismo Sancy lo desempeñó luego, mediante una suma de quinientos mil, ó sean dos millones de reales. ¿Qué diria á esto el buen Suizo, que lo vendió por un escudo? Ultima curiosidad. En la calle de los Pequeños Campos, hemos encontrado á una señora que caminaba con el aire de una heroina, mientras que la seguia un corderito, que llevaba sobre el lomo un manojo de parras.
El jardín del norte está plantado de olivos, de azufaifos y de nísperos del Japón. El otro es un enorme bosque de naranjos, de higueras, de limoneros, de áloes, de chumberas y de parras gigantescas que lo invaden todo, que trepan a todos los árboles y se encaraman en lo más alto. El señor de Villanera decía ayer que la vid es la cabra del reino vegetal.
La puerta cochera da entrada a un patio de honor cuidadosamente enarenado y tapizado de parras centenarias. El pabellón del portero está a la izquierda, envuelto entre el follaje espeso de la hiedra, donde los gorriones y los huéspedes de la garita parlotean al unísono.
Sin duda que la vegetación de los márgenes, aspirando la humedad por sus raíces y bebiendo abundante vapor por sus hojas, es bastante más viva y alegre; las parras salvajes, los álamos blancos y el temblón con sus hojas de plata constantemente estremecidas, se levantan hacia el espacio altos, derechos, hinchadas de jugo sus fibras y lisa su corteza, rompiéndose por el impulso de la savia que se desborda.
Agustín me había impuesto como prueba definitiva de mi preparación, una composición latina sobre el tema de la partida de Aníbal cuando abandonó Italia. Bajé a la terraza sombreada por las parras, y al aire libre, sobre el parapeto mismo que bordea el jardín, me puse a escribir.
Palabra del Dia
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