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Actualizado: 10 de junio de 2025
A cada momento tengo nuevos motivos de alegría y admiración, y a cada instante también quisiera haceros partícipe de ellos; os busco, os llamo, pero los ecos de este hermoso parque permanecen mudos. «Os quiero con toda el alma, señor cura. Reina».
Hasta entonces había llegado de frente, por la parte del río, batiendo la línea enemiga parapetada en la muralla. Ahora, con la brusquedad de un cambio atmosférico, venía del fondo del parque.
Cuando el tren pasó por la linde del parque se agitó un pañuelo en una portezuela, pero Raúl, en pie en su ventana, con un cigarro en la boca, no respondió siquiera a aquel tímido adiós y una vez que el último vagón hubo desaparecido en una nube de humo, lanzó un suspiro de satisfacción y dijo: ¡Al fin!... Un estreno es siempre penoso.
El Parque, adornado con numerosos cordones de bombillas eléctricas, presentaban un aspecto hermosísimo que era realzado por la animación que se notaba en los alrededores, por donde cruzaban centenares de personas á pie, en coches y en automóviles para presenciar el magno acontecimiento.
Allí les esperaban algunos coches que los condujeron en diez minutos al palacio de la Dirección. A la puerta del parque y en las inmediaciones había una muchedumbre que saludó a la comitiva con vivas apagados. Eran los obreros, los que no estaban de tarea, a quienes el director había hecho venir desde Riosa con tal objeto.
Por otra parte, puedo asegurar que en todo este tiempo no se ha separado ni un momento de mí durante el día. Y no mentía. Cecilia trabajaba en el gabinete de costura al lado de su madre, y hasta en los paseos que solía dar por el parque jamás Enrique se encontraba a solas con ella. Conste, además, que él no buscaba ocasión para acercarse.
Siguiendo la igual y espaciosa calle que tiene por continuidad el camino del puerto, se llega á la plaza, en la cual, y tomando á la derecha se encuentran en línea, la casa-administración, el presidio, el llamado palacio, ó sea morada del Gobernador, el parque y los almacenes de la plaza; todos estos edificios son espaciosos y de sólidos materiales.
Verdaderamente que no hubiera sido preciso rogarme mucho para llevarme al fin del mundo en aquella pequeña y frágil barquilla. Al salir de los límites del parque, pasando bajo uno de los arcos que atraviesan la pared que lo rodea: ¿No me pregunta á dónde lo llevo, señor? me dijo la criolla. No, señorita: me es completamente indiferente. Lo llevo al país de las hadas. No lo dudo.
Habían instalado su dicha en el hotel de los Delfour, suntuoso edificio elevado por el primer millonario de la familia junto al parque Monceau, entre las viviendas de sus compañeros de riqueza y con la fachada posterior sobre el mismo jardín.
«Sí, aquel tiro era el de Álvaro, los tordos, inocentes, caían a pares, y el ladrón de su honra vivía». Y ¡cosa extraña! cuando allá en el parque había estado apuntando a la cabeza de Mesía, no recordaba que el cartucho mortífero tenía carga de perdigón; suponíalo lleno de postas o de balas.
Palabra del Dia
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