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Actualizado: 26 de junio de 2025
Arístides trotaba a su lado, esforzándose en igualar el paso de sus cortas piernas con las zancadas del maestro, cuando éste se paró de repente y Arístides dio con él un fuerte topetazo. ¿Dónde estaban hablando? preguntó, como siguiendo la conversación. En la Arcada dijo Arístides. Cuando hubieron llegado a la calle Mayor, el maestro se detuvo. Ve corriendo a casa dijo al niño.
Se marchó al romper el dia, y se paró á media legua, en unos médanos de mucha agua, llamados el Juncal, á 7 leguas de distancia; y los dichos indios de Zorro Negro siguieron sobre la marcha. Dia 16. Siguió la marcha á la misma hora, y paró á las 8 leguas en un campo sin nombre.
Sujeta, si te incomoda el trote. Obedeció Lorenzo tan estrictamente, que el overo se paró. ¿Qué te pasa?... ¿Por qué te paras?... «
Y el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero. 14 Y nunca fue tal día antes ni después de aquél, escuchando el SE
Al parecer, D. Marcelino estaba á la puerta de la tienda, y cuando llegó el carruaje él mismo paró los caballos. Dentro venía el señor conde, la señora condesa y en el pescante dos criados de uniforme.
Don Luis procuraba no encontrar a los amigos y, si los veía de lejos echaba por otro lado. Así fue llegando poco a poco, sin que le hablasen ni detuviesen, hasta cerca del zaguán de casa de Pepita. El corazón empezó a latirle con violencia, y se paró un instante para serenarse. Miró el reloj: eran cerca de las diez y media. ¡Válgame Dios! dijo , hará cerca de media hora que me estará aguardando.
Estas eran las veneradas matronas con quienes iba á vivir nuestra pobre amiga Clara; y en la posición en que las hemos descrito se hallaban cuando Elías, trayendo de la mano á su ahijada, entró en la sala, y se paró ante las tres damas, haciendo una profunda reverencia.
Yo no paro», pensaba, con escalofríos, cuando a solas comenzaba a rendirse a la evidencia. «¡A mi edad! ¡Primeriza a mi edad! ¡Qué horror! ¡Qué horror!... ¡Los huesos tan duros!...».
Paro, á pesar de su gimnástica esbeltez de efebos vigorosos, la blusa muy ceñida al talle por el cinturón de la espada y los pantalones estrechamente ajustados delataban las suaves curvas de su sexo. Iban armados con lanzas, arcos y espadas, lo que hizo que Gillespie se formase una triste idea de los progresos de este país, que tanto parecían enorgullecer á la profesora de inglés.
Paró él muy poco la atención en ella, embriagado por sus triunfos en la cátedra y en la sociedad; la trató con la protección amable que concede un grande hombre a un niño. Pero don Germán hizo su segundo viaje a América, transcurrió más de un año sin verla y cuando al cabo se encontraron Clara se había transformado en mujer.
Palabra del Dia
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