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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Lo de siempre, apuritos. Ya no hay incautos que fíen a esa gente el valor de dos reales. La casta de bobos se va acabando a fuerza de recibir chascos». La boca de Rosalía tenía un sello. No osaba pronunciar una sola palabra. Clavados en su mente, como un Inri, tenía la imagen de Torres y los funestos guarismos de la suma que era indispensable pagarle.
Por la respuesta de cada pregunta pedía dos reales, y de algunas hacía barato, según tomaba el pulso a los preguntantes; y como tal vez llegaba a las casas de quien él sabía los sucesos de los que en ella moraban, aunque no le preguntasen nada por no pagarle, él hacía la seña al mono, y luego decía que le había dicho tal y tal cosa, que venía de molde con lo sucedido.
Al salir de allí, pensaba en la conveniencia de procurarse pronto una casa de huéspedes decente y no muy cara, apropiada a la pensión que disfrutaba, pues de ningún modo se excedería en sus gastos. A los dormitorios de Bernarda no volvería más, como no fuera a pagarle las siete noches debidas, y a decirle cuatro verdades.
La isla quedó no sólo á devoción de S. M., pero por suya, y el jeque por su vasallo, con pagarle lo que pagaban al turco, y el aduana rentará poco menos que hiciera de costa la guarnición. Y como comencé á fortificar, no esperé más poder ir á Trípol aquel verano.
El recuerdo de aquellos promontorios negruzcos, del mar gris, de los pantanos fangosos, me horrorizaba. Pasé la noche en el campo, y a la mañana siguiente, al salir el sol, entré en el puerto de Wexford. Había una goleta que iba a Saint-Malô. Hablé con el capitán para que me llevara, y tuve que vencer su resistencia. Le di el dinero que tenía y prometí pagarle más al llegar a Francia.
Es propiamente incalumniable... He tenido que pagarle ayer una cuenta de su sastre, que se había colgado de la campanilla de la puerta de casa... Con que ya ve usted mi situación; aconséjeme, indíqueme alguna salida.
Pero, amigo Portas dijo Jacintito furioso, yo no le debo a usted nada. ¿Duda usted que he de pagarle? Con el interés que quiera, déme usted cincuenta mil pesos, a treinta días. ¡Diez centavos que me pidiera, no se los daría a usted! Y se largó. ¡Chúpate esa!
La banquera pensó ahogarse de satisfacción, y la duquesa, que se apresuraba a pagarle con honras y relumbrones lo que no le pagaba en dinero, exclamó vivamente: ¡Magnífica idea! Yo misma la llevaré... Mañana pido a la señora la audiencia...
Os diré lo poco que sé y esto bastará para llenaros de admiración y de reconocimiento hacia mis dos salvadores: Marenval y Cristián. Marenval creo que encontrará la recompensa en su misma satisfacción. Se ha conducido como un héroe y este convencimiento basta para hacerle feliz. Pero ¿y Cristián? ¿Cómo pagarle si María no se encarga de esta deuda?
Si a usted le repugnan a veces ciertas palabras, ciertas acciones de estas buenas señoras, no se deje llevar por la imaginación, no las condene ligeramente; perdone las flaquezas ajenas y piense bien, y no se cuide de apariencias.... Y ahora, hablando un poco de mí, ¡si usted pudiera penetrar en mi alma, Anita! yo sí que jamás podré pagarle esta hermosa resolución de esta tarde....
Palabra del Dia
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