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Actualizado: 15 de junio de 2025


27 Y luego el rey, enviando uno de la guardia, mandó que fuese traída su cabeza; 28 el cual fue, y le degolló en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato, y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre. 29 Y oyéndolo sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y le pusieron en un sepulcro.

9 De cierto os digo que dondequiera que fuere predicado este Evangelio en todo el mundo, también esto que ha hecho ésta, será dicho para memoria de ella. 10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, vino a los príncipes de los sacerdotes, para entregárselo. 11 Y ellos oyéndolo se alegraron, y prometieron que le darían dinero.

Y no estuvo muy feliz Juan Pablo, en la elección de aquel día para hacer a doña Lupe la proposición de empréstito, pues encontró a la capitalista dada a todos los demonios. Era el hombre de menos suerte que existía, pues nunca daba en el quid de la buena ocasión; lástima grande, porque el discurso que llevaba preparado para convencer a la señora era admirable, y una roca se ablandaría oyéndolo.

Y se juntaron también los hijos de Amón de sus ciudades, y vinieron a la guerra. 8 Oyéndolo David, envió a Joab y a todo el ejército de los hombres valientes. 10 Y viendo Joab que la faz de la batalla estaba contra él delante y a las espaldas, escogió de todos los más escogidos que había en Israel, y ordenó su escuadrón contra los sirios.

10 Y oyéndolo Sanbalat horonita, y Tobías, el siervo amonita, les disgustó en extremo que viniese alguno para procurar el bien de los hijos de Israel. 11 Llegué pues a Jerusalén, y estuve allí tres días,

Lo que resta es que mañana nos pongamos en camino, porque ya hoy se podrá hacer poca jornada, y en lo demás del buen suceso que espero, lo dejaré a Dios y al valor de vuestro pecho. Esto dijo la discreta Dorotea, y, en oyéndolo don Quijote, se volvió a Sancho, y, con muestras de mucho enojo, le dijo: -Ahora te digo, Sanchuelo, que eres el mayor bellacuelo que hay en España.

Ortigüela dió varias audiciones en casas particulares, en el Casino y en la Universidad. Oyéndolo, al Estudiantón se le ocurrió un ingenioso proyecto, que comunicó al punto a los belarminianos y antibelarminianos. Tratábase, nada menos, que de demostrar inequívocamente si Belarmino hablaba un idioma inteligible. Todos aceptaron la presunta demostración.

Yo continuó el sacerdote me acuerdo de lo que me hizo ver la Novena, lo veo ahora con sólo tararear algunos de sus pasajes. ¡Oh, aquel scherzo tan gracioso, con sus originales trémolos de timbal! Me parece, oyéndolo, que Dios y su corte de santos han salido del cielo a dar un paseo, dejando a los angelitos dueños de la casa. ¡Amplia libertad!, ¡juerga general!

¡Siento como que me duele el corazón, oyéndolo hablar así, don Melchor...! ¿por qué dice todo eso? ¡Porque es verdad! Qué ha de ser, ¡señor!... y aunque fuera... que no lo es... siempre hay quienes lo quieren de veras, don Melchor. ¡A ?... ¡Bah!... ¿Y los viejos?... ¿y las niñas?... ¡sus hermanas, don Melchor! ¡recuérdese de la «nena»!

26 Y oyéndolo el profeta que le había vuelto del camino, dijo: [El] varón de Dios es, que fue rebelde al dicho del SE

Palabra del Dia

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