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Actualizado: 29 de noviembre de 2025
7 Con todo eso, oye ahora esta palabra que yo hablo en tus oídos y en los oídos de todo el pueblo: 8 Los profetas que fueron antes de mí y antes de ti en tiempos pasados, profetizaron sobre muchas tierras y grandes reinos, de guerra, y de aflicción, y de pestilencia.
No hagas caso de esos falsos testimonios; no, muchacho, no hagas caso de esas cosas; desprecialas, desprecialas, porque nadie ha de creer en ellas. Y vete, vete a Santa Clara, que allí estarás muy bien. Y, oye: ya que de eso hablamos: ¿tienes plata? ¿Plata? Sí, ¿qué si tienes dinero? ¿Dinero? Para esta semana, y... ¡nada más!
Esta pobre mujer, después de tantas experiencias, aún no había escarmentado y seguía cayendo inocentemente en los lazos que para reirse de ella le tendía aquél. Ahora la querella se había producido porque Antonio la había llamado en son de desprecio femenina. Oye, guasón, á mí no me digas eso respondió María, preparada á encolerizarse.
Oye exclamó el Obispo dejando de leer pruebas ¿de modo que aún no has vuelto a casa? El Magistral no contestó; ya estaba en el pasillo. De lejos había dicho: Hasta mañana; y había cerrado detrás de sí la puerta del gabinete con más fuerza de la necesaria.
19 Entonces él dijo: Oye, pues, palabra del SE
La verdad es que Bebé tiene mucho en qué pensar, porque va de viaje a París, como todos los años, para que los médicos buenos le digan a su mamá las medicinas que le van a quitar la tos, esa tos mala que a Bebé no le gusta oír: se le aguan los ojos a Bebé en cuanto oye toser a su mamá: y la abraza muy fuerte, muy fuerte, como si quisiera sujetarla.
Entonces, con el despecho pintado en el semblante, el pobre hombre dió las buenas tardes y se dirigió a la puerta. El duque le echó una mirada burlona, y antes de llegar a ella le dijo, sonriendo con sorna: Oye, chico. No te doy nada, porque para los hombres tan honrados como tú, el mejor premio es la satisfacción de haber obrado bien.
Pues está arriba en su cuarto y en cama, con una bala en el brazo. ¡Qué me dice usted! Lo que oye. Después de comer se le ocurrió ir a dar un paseo por el bosque, y a lo mejor divisó entre los árboles a tres hombres, uno de los cuales le apuntó con un fusil.
El enlutado pajecillo miraba con la inconsciencia de una edad en que se oye hablar de la muerte sin saber lo que es. Aquel soldado lo conocía él: era su padre; lo había visto llegar á su casa vestido así. ¿Por qué no volvía?... ¡Papá...papá!... murmuró, tendiendo sus manecitas hacia la visión.
Delante de él, sobre la mesa, donde se ven casi siempre en orden, blancos y redondos, pequeños montones de harina de flor, brillan entonces pequeños montones de monedas de plata; y en lugar de los bretzel miserables se oye el crujido de los billetes de banco. Es el tesoro que Martín le confió el último domingo con el encargo de entregarlo a Juan.
Palabra del Dia
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