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La filosofía del siglo pasado se habia sentado en las tinieblas y sombras de la muerte, y se declaraba á propia en posesion de la luz y de la vida. La filosofía actual está todavía en la oscuridad, pero no se contenta con ella; anda á tientas en busca de una salida á las regiones de la luz.

¡Luis... Luis!... gimió tras él una voz débil, con entonación infantil y suave, que le recordaba el pasado, los mejores instantes de su vida. Sus ojos, acostumbrados ya a la oscuridad, vieron en el fondo de la habitación algo monumental e imponente como un altar: una cama con gradas, y en la cual, bajo los ondulantes cortinajes, se incorporaba trabajosamente una figura blanca.

La sombra se detuvo al otro lado del balitì y el joven la podía ver al través de una hendidura que dejaban entre dos raices que habían adquirido con el tiempo las proporciones de dos troncos. Produjo debajo de su traje una lámpara de poderoso lente refractor, que depositó sobre el suelo alumbrando unas botas de montar: el resto quedaba oculto en la oscuridad.

Artemisa la del Casal, se acerca a la puerta con el niño de la mano. En la alcoba los pasos vienen y van obstinados y extraños como el pensamiento de los locos. Artemisa atiende algunos momentos. ¡Pasea en la oscuridad! Al entrar en la alcoba, mandó clavar las ventanas.

8 La tierra se removió, y tembló; los fundamentos de los cielos fueron movidos, y se quebrantaron, porque él se airó. 9 Subió humo de sus narices, y de su boca fuego consumidor, por el cual se encendieron carbones. 10 Y bajó los cielos, y descendió; una oscuridad debajo de sus pies. 11 Subió sobre el querubín, y voló; se apareció sobre las alas del viento.

Y nadaba y nadaba, siempre creyendo ver aquel fantasma indeciso que cambiaba de sitio, esperando que de la oscuridad surgiera el San Rafael viniendo en su busca. ¡Ah de la barca! ¡Tío Chispas!... ¡Patrón!

Por encima de las aguas casi invisibles del riachuelo, entrelazaban su tupido ramaje las clemátides y madreselvas silvestres y se hacía tan espeso en aquel sitio el bosque de hayas y otros árboles, que reinaba allí una oscuridad verdaderamente crepuscular.

Al fin se vió perdido y comprendió que era necesario volver la espalda y huir; mas al hacerlo se vió sujeto por las manos de un mozo que cautelosamente y aprovechando la oscuridad se había deslizado hasta ponerse detrás. Otras manos cayeron sobre él al instante y le aprisionaron. Le arrancaron el palo y con él, para más ignominia, le sacudieron las costillas.

Algunos gansos que bajaban de los prados al río corrían delante del carruaje lanzando salvajes graznidos. Llegamos a un puente que cruzó el carruaje al paso; después entramos en un largo bulevar en que la oscuridad era completa, y luego el ruido de las herraduras de los caballos, chocando sobre un pavimento más duro, me advirtió que entrábamos en la ciudad.

Estoy contenta con que no me separes de ti. Nunca ya. Vivirás conmigo siempre, porque eres mi hija. Duerme, mi vida. ¡Otra vez la oscuridad!... ¡Ya vuelve! ¡