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Antes que Rafael tome la ampolleta interrumpió la marquesa diré a usted, don Federico, que la nobleza de nuestra familia estaba ya reconocida en el año 737, porque uno de nuestros abuelos fue el que mató al oso que quitó la vida al rey godo don Favila, y por eso tenemos un oso en nuestro escudo de armas.

Los tiernos esposos recibieron la bendición nupcial en la hermosa iglesia de San Cayetano, que hace esquina a la calle del Oso, y el encargado de darla fue el Padre Carantoña, de la orden dominica, grande amigote del desposado.

El Yumirì, que es oso hormiguero, ¿A quien no espantará su compostura? Por boca tiene un muy chico agujero, Como un novillo grande, y de hechura Del oso ac

Esta niña se encontraba con nosotras en la parte más espesa del bosque, allá muy lejos. Oyó cantar un pájaro, un malvís, según creo. ¿No era un malvís?... Bueno, pues oyó cantar un tordo y se dirigió al sitio donde sonaba. Se alejó bastante y no pudo dar con él. Cuando se volvía, sale de unas matas el oso, la acomete, la tira al suelo y sin hacerla daño, no sabemos por qué, huye y desaparece.

A las cuatro y cuarto hicimos lo mismo hasta las seis y media, que hicimos alto en una lagunita, de la cual corre un arroyo chico para el E. Es el primero que hallamos de las sierras: la marcha fué de 8 leguas por el S. En la caminata de la tarde se vieron las Sierras del Volcan. La primera se llama la Tahona: demora al S cuarta SE. Dista de 18 á 20 leguas; corren segun la vista ENE y OSO.

Bien sabe usted cuánto tiempo, cuánto trabajo, cuánta voluntad y cuánta influencia han sido menester para lograr las escasas rehabilitaciones que ha consentido la magistratura, arrancadas casi todas por la política. No venda usted, pues, la piel del oso, puesto que aún no le hemos matado.

Algunas, á pesar de sus extraordinarias vestimentas, envidiaban el luto de Julieta. Una de ellas fué más lejos en la manifestación de sus deseos: ¡Qué suerte tener un muerto en la familia! ¡El negro sienta tan bien!... Todas fumaban. Se habían tendido en el suelo, sobre pieles de oso blanco ó redondos almohadones de seda, abullonados y con un botón hondo en el centro, semejantes á calabazas.

La reina envió por él para verlo y quiso que se le hiciese otro igual. No fue posible. Ninguna bordadora de Madrid osó comprometerse a ello. Las palabras de D.ª Fredes produjeron, como siempre, un efecto inmenso en la tertulia. Mario y Carlota estaban asombrados de todo aquello.

Va a huir y con la turbación písase la saya y rueda toda la escalera, derrama la olla y quiebra los platos, y sale dando gritos a la calle diciendo que mataba un oso a un hombre.

Hizolo asi, y yo vi lo que no oso Pensar, no que decir, que aqui se acorta La lengua y el ingenio mas curioso. Que se pase en silencio es lo que importa, Y que la admiracion supla esta falta El mesmo grandioso caso exôrta. Puesto que despues supe que con alta Magnifica elegancia y milagrosa, Donde ni sobra punto ni le falta,