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Actualizado: 16 de mayo de 2025
XVII. EL OSO, LA MONA Y EL CERDO Tomás de Iriarte XVIII. EL PATO Y LA SERPIENTE Tomás de Iriarte XIX. LOS DOS CONEJOS Tomás de Iriarte XX. LA ABEJA Y EL CUCLILLO Tomás de Iriarte XXI. LA ARDILLA Y EL CABALLO Tomás de Iriarte [Illustration: EL RICO EXTREME
De lo que ninguno carecía era de cobertera para el cráneo: cuál lucía hirsuta gorra de pelo, que le daba semejanza con un oso; cuál un agujereado fieltro sin forma ni color; cuál un canasto de paja tejido en el presidio, y cuál un enorme pañuelo de algodón, atado con tal arte, que las puntas simulaban orejas de liebre. ¡Oh, y qué cariño profesaban los benditos pilluelos a aquella parte de su vestido!
Al fin tanto porfió la hija que el padre se lo contó todo. Entonces la hija le dijo que la llevase a aquel jardín. El 60 padre no quería, pero al fin la llevó al jardín y la dejó en la casa como había prometido al oso. Allí tenía todo lo que deseaba, pero sin ver a nadie en la casa; sólo de noche, solía oír unos quejidos en el jardín, pero no se atrevió a llegarse a ver lo que era.
Era, por más señas, de Maquileros, un vecino del Tarumbo. De manera que se trataba de un oso cebado en carne fresca y a qué quieres, boca. ¡Excelente ocasión la de nuestra visita para afinar el apetito de su merced! Enlazado naturalmente con esta conversación, vino el plan de ataque a la fiera en su misma guarida después de cerciorados nosotros de que estaba en ella.
El Estado Mayor de Berlín lo había dispuesto todo cronométricamente para el aplastamiento de Francia en cuatro semanas, llevando luego sus fuerzas enormes contra el Imperio ruso, antes de que éste pudiese iniciar su acción. Acabaremos con el oso, luego de haber matado al gallo afirmó el profesor victoriosamente.
El oso quería ceder gratuitamente la parte de billete, pero Isidora no lo consentía.
Después, yendo á nuestra casa, se manifestó al P. Misionero, el cual, con el horror de verla, se desmayó y cayó en tierra medio muerto, y por muchos días no pudo recobrarse. Andúvose luego paseando por el corredor de casa, y dió muchos golpes en la campana de la iglesia, mas nadie osó salir fuera, sospechando lo que era.
Sus delirios, ininteligibles para el vulgo, encerraban el misterio de los grandes sucesos humanos. Tchernoff describió la bestia apocalíptica surgiendo de las profundidades del mar. Era semejante á un leopardo, sus pies iguales á los de un oso y su boca un hocico de león. Tenía siete cabezas y diez cuernos.
Uno representaba varios perros lanzándose sobre un oso, el otro una lucha entre un león y un búfalo y el tercero unos indios atacando con lanzas a un tigre que les esperaba en la rama de un árbol como si fuera un jilguero.
Á la entrada encontraron la casa de Pedro, quien se empeñó en que su señora descansara en ella un instante. Laura no osó negarse. La casa estaba habitada solamente por la madre de Pedro y por un hermanito de doce años. El padre había muerto. Allí fueron de oir las exclamaciones de la buena mujer al ver á la señora condesa en compañía de su hijo. No sabía lo que le pasaba.
Palabra del Dia
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