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Actualizado: 5 de junio de 2025
Por esto se limitaba a escucharle, cuidando de que en sus conversaciones no se deslizara una palabra que revelase su pasado. Sería el primero en pedir su expulsión de la catedral, y él deseaba vivir en ella desconocido y en silencio. Al encontrarse por las mañanas en el claustro los dos hombres, se abordaban con la misma pregunta: ¿Cómo va esa salud? Gabriel se mostraba optimista.
Los buenos de veras, son esos pobrecitos que viven como indios caribes, sin ver persona humana, muertecitos de jambre, guardándole al amo sus tesoros. Los buenos somos nosotros. Pero el aperador, al pensar en los cortijos del llano no se mostraba tan optimista como el viejo.
Dadme algunos datos al respecto, señor cura, y convenceos de que no sois sino un soñador optimista al pretender que la felicidad existe y que me está destinada. Vivís como un ratón dentro de un queso, no porque seáis egoísta, e ignoráis las catástrofes que pueden estallar sobre la cabeza de las gentes que viven en el mundo. «Ya no tengo ilusiones, mi buen cura.
D. Fadrique creía en Dios y se imaginaba que tenía ciencia de Dios, representándosele como inteligencia suprema y libre, que hizo el mundo porque quiso, y luego le ordenó y arregló según los más profundos principios de la mecánica y de la física. Á pesar del Cándido, novela que le hacía llorar de risa, D. Fadrique era casi tan optimista como el Dr.
Aunque soy optimista, aunque no pierdo nunca la esperanza, aunque creo que ahora tienen los españoles el mismo gran ser que tuvieron á fines del siglo XV y durante todo el siglo XVI, cuando fué el apogeo de su gloria, si bien no temo la guerra, tampoco la deseo.
Por eso yo, que he pasado muchas veces como un pesimista, solo porque he visto acaso de un modo más claro, y he tenido un tanto más de atrevimiento para decirlo en alta voz, lo que había entre nosotros de inconveniente y de malo, me he dado a mí mismo una, si se quiere, inmodesta satisfacción, declarándome, cuando otros me llamaban pesimista, un optimista fundamental.
Notando en el ya parecerá de D. Romualdo una intención benévola y optimista, dio en creer que el buen señor, después que despachase el asunto principal, le hablaría del caso de la anciana, que sin duda no era de suma gravedad.
Cierta gravedad oficial, la tez marchita y como ahumada por los reverberos, no sé qué inexplicable matiz de satisfacción optimista, la edad tirando a madura, signos eran que denotaban hombres llegados a la meta de las humanas aspiraciones en los países decadentes: el ingreso en las oficinas del Estado. Uno de ellos llevaba la voz, y los demás le manifestaban singular deferencia en sus ademanes.
Don Fadrique López de Mendoza no era de los que condenan todo lo que se hace cuando no se les consulta. Halló bien lo hecho por su maestro, y lo aplaudió. Hasta la turbación y mutismo final del fraile le parecieron convenientes, porque no habían traído compromiso, porque no se había soltado prenda. Ya hemos dicho que el Comendador era optimista por filosofía y alegre por naturaleza.
Tío Nardo, más optimista, por no decir menos cariñoso que su mujer, no comprendiendo aquel trance tan angustioso, hacía los mayores esfuerzos por atraerla á su terreno. Yo no sé, Nisca le dijo cuando estuvieron solos, qué demonches de mosca te ha picao de un tiempo acá, que no haces más que gimotear.
Palabra del Dia
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