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Actualizado: 17 de junio de 2025
Una mujer... mi posición respecto a vos. ¿Me exigís, me arrancáis esa confesión? Os lo suplico, Marta. Pues bien, sí dijo el aya con voz casi ininteligible. Mathys abrió los brazos y lanzó un grito; pero la viuda se alzó de un salto de su silla, y con una mirada, que la indignación y el miedo hacían irresistible, exclamó: Señor, señor, no ofendáis mi dignidad de mujer.
A Abde-r-rahman se lo debeis todo. No ofendais pues sus ocios con vuestra desobediencia, ni sus oidos con las injurias que contra el profeta sumo proferís: tributadle el honor y alabanza debidos, y reverenciad en él á uno de los reyes mas justos y grandes de la tierra. ¿Qué exige de vosotros? ¿Os pide por ventura que abjureis vuestras creencias y que le ofrezcais el sacrificio de vuestras íntimas convicciones?
Ya se ve que le conozco. ¿Dónde le habéis visto? Anoche en palacio. ¿Pero en dónde? Donde no entran todos. ¿Estáis seguro de lo que decís? Vaya si lo estoy. ¿Y habéis hablado con él? No, pero no importa; sé que anda enamorado y en aventuras. ¿Y le corresponden? Tal creo. Tenemos que hablar á solas... no os ofendáis, señora María. La señora María no se ofende de otra cosa que de no ganar dineros.
Dejar esto, que es seguro y positivo, por la esperanza ilusoria de otra cosa mejor, téngolo por verdadera temeridad a más de insigne ingratitud. Dados vuestros antecedentes, vuestra procedencia, vuestra educación, concededme, y no os ofendáis por ello, que lo probable, lo racional, lo seguro, es que no hagáis en parte alguna papel más alto y más airoso que el que hacéis aquí.
Me volví á palacio, pero estaban las puertas cerradas, y me vi obligado á meterme con el cofre y con mis gentes en donde mis gentes me entraron, en una muy mala casa, señor, donde me dieron un jergón muy malo, y pasé una muy mala noche y luego me hicieron pagar un muy buen precio... desdichas y más desdichas... y cuando creía que iba á descansar, he aquí que me prenden en nombre del Santo Oficio, y me asusté, señor, porque sin que os ofendáis, el nombre del Santo Oficio mete miedo, y me entran y me encierran en vuestra celda.
¿Pero cómo he de poder decirle lo que no es cierto? ¿Seríais capaz de hacerlo vos, sabiendo que estabais leguas al norte del camino?... ¡Oh, me aburrís con vuestros sermones! ¿Os negáis? Pues yo sé lo que debo hacer. No os ofendáis, por favor. Pensad en lo que me pedís.... Pero aquí está vuestro noble padre. Estadme atento y veréis si soy ó no buena discípula vuestra.
Palabra del Dia
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