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Actualizado: 3 de junio de 2025


El Madrileño emplea el nombre de Salvatierra, como si obrase por orden suya, y muchos afirman, como si le hubieran visto, que don Fernando está escondido en Jerez y se presentará en el momento de la revolución. ¿Qué sabes de esto?... Fermín movió la cabeza con aire incrédulo. Salvatierra le había escrito algunos días antes, sin manifestar propósitos de volver a Jerez.

Lo único verosímil, era que obrase impulsado no más que por proselitismo religioso, y en este caso, para comprometer en la empresa la paz y la dicha de la familia, su fanatismo debía ser grande. ¿Cómo arriesgarse, de otra suerte, a promover una escisión entre padres e hijos, aventurando la tranquilidad del hogar y la poca salud de don José, por sólo la falta de cumplimiento en los deberes piadosos?

Dios mismo había dispuesto su castigo y una lección tremenda. ¿Qué debía yo hacer? Dejar que hiriera la lección. La infidelidad castiga la infidelidad. ¿Hay nada más lógico que esto? Yo debía, pues, dejar que obrase la lógica. Di gracias a Dios por aquella luz que hizo venir a . Dios es el único que castiga, ¿verdad, señora? ¡Y qué bien que lo sabe hacer! ¿A qué usurparle sus funciones?

La aplicacion que hizo de sus conocimientos médicos en su propio individuo, inspiraron á los jesuitas que lo asistian, el mas vivo deseo de poseerlo; y sea que obrase en él la gratitud, sea que se hallase bajo el influjo de sentimientos mas elevados, no tardó en decidirse á pronunciar sus votos.

En medio de una santa y dulce indiferencia dejaba que Dios obrase dentro de su espíritu. Exento para siempre de duda y de incertidumbre, sabía que no debía querer más que una cosa, y que todo lo demás se le daría por añadidura. Estaba seguro de que la fuente de amor divino que había brotado en él no se agotaría jamás, y que este amor le guiaría eternamente.

Con tal eficacia penetraron en el centro íntimo del alma de María Antonia Fernández estos sentimientos delicados que me atrevo a sospechar que predispusieron a aquella mujer para que a poco, estimulada por la tempestad, por el sermón elocuentísimo del padre Atanasio, y hasta por la pintura de la Magdalena, se obrase de súbito su conversión milagrosa.

Los arneses, al moverse, descubrían su piel con los pelos arrancados y sangrientas desolladuras. Avanzaban con un tirón supremo, concentrando sus últimas fuerzas, como si la razón de los hombres obrase sobre sus obscuros instintos. Algunos no podían más y se desplomaban de pronto, abandonando á sus compañeros de fatiga.

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