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Actualizado: 25 de noviembre de 2025


El Magistral se sentía como estrangulado por la emoción. La Regenta hablaba ni más ni menos como él la había hecho hablar tantas veces en las novelas que se contaba a mismo al dormirse.

Recordó los valles vírgenes de las novelas por entregas, y convino en que nunca se había imaginado cosa tan linda y recatada. Dichoso, pensó, el que haya nacido en este apartado retiro y nunca lo perdió de vista.

Quiso nuestro Felisardo agradar á la gran sultana Doña María, y estudió con otros mancebos, assí cautivos como de la expulsión de los moros, la comedia de La fuerza lastimosaLope de Vega, novelas: El desdichado por la honra. Obras sueltas, tomo VII, pág. 96. V. también á Cervantes, La gran sultana, jornada 2.ª

Escribiendo versos de amor y prosa de novelas, ejercitando la divina y creadora facultad de la imaginación, era como pensaba conquistarse la gloria, desdeñoso y para nada necesitado de compensaciones más reales. La muerte de su padre, sostén de la numerosa familia, le despertó de su sueño.

Créese que el romance sobre los celos, de que habla en su Viaje al Parnaso, es el del Romancero, que comienza: Yace donde el sol se pone. Prólogo á las Novelas.

En novelas, en poesía sólo, se ve, por ejemplo, a un señor que ve pasar por la calle a una dama, y pataplum..., de repente..., cátale muerto de amor por ella. Ella también le mira..., y adiós reposo y juicio; sin saber si es un tunante o un hombre de bien, un tonto o un sabio, un rico o un pobre, ya la tenemos enamorada.

Con todo, pronto el interés que me inspiraban mis novelas, fue desvanecido por un acontecimiento sorprendente, inaudito, que acaeció en el Zarzal, algunas semanas después. Uno de esos acontecimientos que no conmueven las bases de los imperios, pero que siembran perturbaciones en el corazón o en la imaginación de las jóvenes. Era un domingo.

Al acabar la última página advertí que aquella lectura había sido inútil. Mi cabeza no estaba para novelas. Temprano, antes de que se despertaran mis tías, salía yo al patio.

Claro está que en la provincia de Córdoba hay damas ricas, que han estado o están en Madrid, que tal vez han ido a Baden o a Biarritz algún verano; que hablan francés, que han paseado en el bosque de Boulogne, que conocen acaso varias cortes extranjeras, que leen las novelas de Jorge Sand y los versos de Lamartine en la misma lengua en que se escribieron, y que se visten con Worth, con Laferrière, con la Honorina o con la Isolina.

Me atrevo a dudar de que el ingenio del manco de Lepanto se inspire en las novelas en moda hoy y haga de ellas una parodia que equivalga al Quijote. Acaso no merecen más que una sátira como la que escribió Boileau contra las novelas de su tiempo.

Palabra del Dia

vengado

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