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Se enamoraba de cuantas corbatas veía, y no pudiendo resistir a la tentación de comprarlas, llegó pronto a poseer una colección asombrosa: después le dio por los gemelos y trasladó a su cómoda toda una tienda de bisutería; después, por las boquillas de espuma de mar. Últimamente se enfrascó en la lectura de novelas: leía bueno y malo, cuanto caía en sus manos.

No obstante, podrían contenerse en muy pocas líneas los títulos de todas las novelas que, después de las inmortales obras maestras de Cervantes y de Rabelais, contienen tipos verdaderos, originales y bien caracterizados, y merecen un puesto en esta categoría.

El no conocía otro amor que el de las comedias y las novelas, y se confesaba noblemente que el suyo no era de este género. Habituado por sus aficiones filosóficas a buscar la causa de las cosas y a desentrañar las pasiones, abriéndolas en canal para sorprender su secreto, acababa por convertir en esqueletos descarnados los sentimientos más vivos.

Puede llamarse novela naturalista a Madame Bovary; pero no cabe duda de que Flaubert vivió y murió romántico impenitente, y nadie negará, por de contado, que La Tentación de San Antonio es obra de un desenfrenado idealismo, y que Salambó pinta un mundo tan convencional y tan falso como el de cualquiera otra de las novelas con pretensión de históricas.

Era aquella «señorona» la que de acuerdo con Manos Duras había organizado una venganza terrible; una venganza semejante á otras que ellos habían oído contar á los lectores de novelas ó visto por sus ojos en las historias cinematográficas. La gringa rubia quería matar á la pobre niña de la estancia, hija del país, tal vez por envidia, tal vez por otro motivo.

¡Oh! de algo que conozco perfectamente respondí, sacudiendo la cabeza con aire de suficiencia. Lo que no me explicó es por qué no me habéis hablado nunca de ello, puesto que es una cosa que se ve todos los días. He ahí el efecto de las novelas, señorita; toma usted a lo serio cosas que son puramente imaginarias.

Como aquí no tenemos Morgue, es preciso renunciar á un buen efecto finalAsí habló el realista D. Marcos. Cantarranas estaba más nervioso que nunca, y la poetisa sacó un pomito de esencias, para aplicarlo al cartucho que tenía por nariz: este singular pomito era el flacon que había visto en todas las novelas francesas.

Entre tanto, los Franceses cantaban ó silbaban, hacían todo el ruido posible, mezclándose en los corrillos con una jovialidad especial y burlona; ó en los ratos de fastidio se entregaban á la lectura voluptuosa de novelas y relaciones de viajes, prefiriendo sobre todo las obras de Balzac. El Frances es el hombre del mundo que mas lee, sin contar con que es el que mas canta y rie.

De él se tiraron sólo 25 ejemplares. Aviso a los bibliófilos del porvenir. La segunda época de la vida literaria de Pereda comienza en 1878, y abarca cinco largas novelas: EL buey suelto, Don Gonzalo González de la Gonzalera, De tal palo, tal astilla, El sabor de la tierruca y Pedro Sánchez.

De aquí que, por cada una de las novelas que se escribían hace ciento o doscientos años, se escriben hoy centenares y hasta millares. A lo cual contribuye no poco el que haya hoy más gente que las lea y que las compre.