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Pasó ante los dos amigos, muy erguida, con el libro bajo el brazo, la dama norteamericana, que hasta entonces había estado leyendo en su sillón. Varias veces sorprendió Fernando, por encima del volumen, unos ojos claros fijos en él, y que al encontrarse con los suyos volvían hacia las páginas.

En efecto; es en ese improvisado Oeste, que crece formidable frente a los viejos Estados del Atlántico y reclama para un cercano porvenir la hegemonía, donde está la más fiel representación de la vida norteamericana en el actual instante de su evolución.

Siempre estamos juntos. ¿Qué van a decir de nosotros las señoras que usted trata?... ¿Qué dirá esa norteamericana tan hermosa y tan elegante al ver que le robo su conversación?... Pero conmigo no hay celos posibles. Soy fea, soy pobre; en todo el buque no se encuentra una mujer que vaya peor vestida que yo.

Aun antes de estallar en Francia, al influjo de las ideas políticas inglesas, el gran sacudimiento que derribó al inmutable derecho divino para levantar en su lugar la soberanía del pueblo sobre "los derechos del hombre", estaba ya construida y en operación "la obra más admirable que haya sido creada en una hora determinada por el genio y la voluntad del hombre", según la frase de Gladstone, la constitución norteamericana, por cuyo medio se ha improvisado en un siglo la más libre, la más grande, próspera y feliz nación del mundo, porque "la república americana ha comprendido, dice Renan, que la educación intelectual y moral va por 3|4 y más aún, en la formación del hombre, y que trabajar en la instrucción y en la educación de los ciudadanos, es crear valores a la patria".

Cuenta uno con el argumento precioso de «la intervención norteamericana». El periodista que defiende al gobierno puede describir á los hombres de la oposición como «malos patriotas, que con sus insurrecciones provocan la anarquía y hacen inevitable una invasión de los norteamericanos para el restablecimiento del orden». Y á su vez, los escritores de la oposición, al atacar al gobierno, afirman que éste comete tales atrocidades, que, «al final, los Estados Unidos tendrán que intervenir para derrocar su tiranía». Sin el fantasma de la intervención norteamericana, ¿quién podría escribir en Méjico?...

Buenos Aires se cree una continuación de la Europa, y si no confiesa francamente que es francesa y norteamericana en su espíritu y tendencias, niega su origen español, porque el Gobierno español, dice, la ha recogido después de adulta. Con la revolución vienen los ejércitos y la gloria, los triunfos y los reveses, las revueltas y las sediciones.

Estaba vestida con gran elegancia y sobre la carne pálida de su escote centelleaban varios brillantes. Parece preocupada había dicho Isidro al principio de la comida . Está sin duda de mal humor. No le mira a usted, Ojeda, como otras veces. ¿Es que ya no son amigos?... Transcurrió la comida sin que Fernando consiguiese encontrar sus ojos con los de la norteamericana.

Sentíase perturbado por una embriaguez ascendente, como si el vino que poco antes parecía contraerse con tristeza en su interior hiciese explosión de nuevo, avasallando sus sentidos. Fijábase en los ojos de la norteamericana, en sus pupilas líquidas y temblonas, que se destacaban del nácar de las córneas con el brillo de una luz cambiante, reflejo mixto de malicia y candidez.

Nélida huía; la pobre Mina se ocultaba, como si experimentase mayor vergüenza que él; Maud apenas era un vago recuerdo... Pasó la norteamericana varias veces junto a él, sin reparar en su persona, y hasta lo empujó en una de estas evoluciones.

Ocurriósele de pronto una hipótesis: acaso la viajera fuese una miss inglesa o norteamericana, provista de rodrigón y paje con llevar en el bolsillo un revólver de acero de seis tiros.