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Actualizado: 24 de septiembre de 2025
En las mismas leyes en que señala el castigo de los judíos de quienes se averiguase que crucificaban niños, habla de las penas con que deberian ser oprimidos todos los que tuvieren pacto con el diablo i fueren brujos i brujas .
Si nos rompen esos crueles chiquillos, renacemos de nuestra destrucción y tornamos á vivir, describiendo sin cesar un tenebroso círculo desde la tienda á las manos de los niños, y de las manos de los niños á la fábrica tirolesa, y de la fábrica á la tienda, por los siglos de los siglos. ¡Por los siglos de los siglos! repitió Migajas absorto.
Jacinta empezaba a impacientarse porque no llegaba su amiga, y en tanto tres o cuatro mujeres, hablando a un tiempo, le exponían sus necesidades con hiperbólico estilo. Esta tenía a sus dos niños descalcitos; la otra no los tenía descalzos ni calzados, porque se le morían todos, y a ella le había quedado una angustia en el pecho que decían era una eroísma.
Volaban los pájaros, corrían las reses hasta despeñarse, huían los niños, ladraban los perros en los caseríos, ¡como si en vez del bienestar y la riqueza les trajese aquel glorioso artefacto la oscuridad, la maldición y la guerra!
La verdadera diversión consiste, pues, en la observación del público ingenuo, alegre, bullicioso como los niños de un colegio en la hora de recreo.
Pasados los dos o tres primeros meses de lactancia, el genio de los niños se agria, y sus llantos y rabietas son frecuentes, porque empiezan los fenómenos precursores de la dentición a molestarles. Cuando tal sucedía a su niña, Nucha solía emplear con buen resultado el talismán de la presencia de Perucho. Un día que el berrenchín no cesaba, fue preciso acudir a expedientes más heroicos: sentar a Perucho en una silleta baja y ponerle en brazos a la chiquitina.
Era flaco, y de nariz muy larga, y la ropa se le caía del cuerpo, y no tenía más poder que el de su corazón; pero de casa en casa andaba echando en cara a los encomenderos la muerte de los indios de las encomiendas; iba a palacio, a pedir al gobernador que mandase cumplir las ordenanzas reales; esperaba en el portal de la audiencia a los oidores, caminando de prisa, con las manos a la espalda, para decirles que venía lleno de espanto, que había visto morir a seis mil niños indios en tres meses.
Una luz clara esparcía sus rayos, y las avenidas hormigueaban de niños alegres, primavera de carne en aquella estación atrasada. Las hojas secas cubrían de manchas amarillas y oscuras la arena de los caminos.
Empero muchos y muchos pierden el tiempo miserablemente, jugando como los niños á conchas, á morrillos. Cuéntase que Escipión, el vencedor de Cartago, y Terencio, cautivo escapado del naufragio de un mundo, recogían conchas en la playa, amigos excelentes en la indiferencia y abandono del pasado.
El estado de ebriedad en que se hallaba no le valió de excusa ante el señor Aubry, que lo despidió. Desde ese día, el sentimiento de Juan hacia su protector se convirtió en verdadera idolatría. Los actos justos conmueven infinitamente a los niños. Por segunda vez, el señor Aubry hería el corazón de su protegido.
Palabra del Dia
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