Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 10 de junio de 2025
Insectos transparentes se levantaban del herboso jardín y navegaban en la luz. Bajo las bóvedas, junto a la capilla de las Cuevas, dos alarifes, rompiendo un trozo de pared, acababan de descubrir un sepulcro. Ramiro y el canónigo se acercaron. No había inscripción alguna; sólo un tosco relieve que representaba a Nuestra Señora y al Niño, como si aquello bastase en la muerte.
Los marinos portugueses, gallegos y cántabros comerciaban con las Islas Británicas y las repúblicas anseáticas del Báltico; los marinos catalanes y mallorquines, rivales de los italianos en el comercio de Oriente, usaban cartas de navegar desde mediados del siglo XIII. Las Ordenanzas de Aragón disponían que cada galera llevase dos cartas marinas, cuando los demás buques de la cristiandad navegaban sin otros rumbos que el instinto y la costumbre.
Revivió en la memoria de los dos españoles la tragedia de su descubrimiento. Pocos años después de la muerte de Colón, ya navegaban por estas latitudes los navíos españoles buscando un estrecho para pasar al otro Océano, al llamado mar del Sur, descubierto por Balboa. Deseaban llegar a las espaldas de Castilla del Oro, que así se titulaba entonces la parte conocida de la América Central.
Lleno de despecho tomó su sombrero y bajó con las tres ilustres ruinas, que se llevaron una de las llaves de la casa, dejando á Clara la consigna de no salir del cuarto. Elías, que quedaba también en la casa, tenía la otra llave. No hacía cinco minutos que las Porreñas navegaban hacia la calle de San Mateo, cuando llegó el abate Carrascosa muy presuroso y tocó á la puerta. Elías bajó á abrirle.
Decíase que aquella montaña era tan alta, que el sol se ponía en su pico tres horas más tarde que en las llanuras de su falda, y que desde su altura se alcanzaban los mismos límites de la tierra. Los marinos que navegaban al pie de la gran montaña continuaron viendo en ella á un antiguo dios, hasta el día en que empezó otro ciclo de la historia con nuevo culto y nuevas divinidades.
Julio reconoció á Berta, que movía una mano, pero sin verle, sin saber en qué remolcador estaba, por una necesidad de manifestar su agradecimiento á los dulces recuerdos que se iban á perder en el misterio del mar y de la noche. «¡Adiós, consejera!» Empezó á agrandarse la distancia entre el trasatlántico que partía y los remolcadores que navegaban hacia la boca del puerto.
Una cinta de humo se enroscaba á continuación de sus dobles chimeneas. Su proa, cuando no estaba oculta, expelía cascadas de espuma, levantándose hasta mostrar el principio de la quilla. De noche navegaban todos con pocas luces: un simple farol á proa para aviso del que marcha delante y otro á popa para indicar la ruta al siguiente. Estas luces macilentas apenas se veían.
Mientras de esta cristiandad navegaban viento en popa, aumentándose cada día más el número de los convertidos á nuestra santa fe, y si bien el demonio veía se le frustraban sus diabólicas trazas, no perdía el ánimo; antes bien, procuró con todo el esfuerzo posible cortar de un golpe la felicidad presente y las esperanzas futuras, atizando ó instigando á los Mamalucos del Brasil para que viniesen á quitar las vidas á los neófitos y destruir el país á sangre y fuego; y le hubiera salido como esperaba, si Dios, á quien tocaba defender á sus fieles de aquel infortunio, no hubiera frustrado sus designios, disponiendo recayesen sobre la cabeza de sus aliados los que había maquinado para total ruina de los cristianos.
Eran á modo de juguetes mecánicos como los que había usado él siendo niño: leones, tigres, lagartos y aves de aspecto fatídico, con vistosos colores y ojos abultados. En el interior de estos automóviles iban sentadas otras personas diminutas, iguales á las que navegaban por el aire. Parecían venir de muy lejos, y la muchedumbre pedestre abría paso respetuosamente á sus vehículos.
El dia de San Andres, dos despues de esta desgracia, nos hicimos á la vela á Amberes: padecimos tan gran tempestad, que juraban los marineros que habia veinte años, ó que en todo el tiempo que navegaban, no habian visto tormentas mas crueles, ni tan horribles torbellinos.
Palabra del Dia
Otros Mirando