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Actualizado: 5 de junio de 2025


Palabras eran de esas que matizan y salpimentan las disputas populares; equivalen al siniestro brillo de la navaja en el aire y al salpicar de sangre soez entre las inmundicias que de un corazón rudo salen a una boca sedienta de injuria. Entre lo que no puede reproducirse se destacaban estas frases. ¡Mi hija muerta!... ¡Cosas malas en el agua!... ¡Esos pillos!...

Con esto colgó de una muñeca el palo pinto, ató al correspondiente brazo las riendas de la cabalgadura, aprisionó el paraguas en el sobaco; y con el pan y el queso en una mano y en la otra una navaja abierta, me dio a entender, con un ademán y una mirada, que estaba apercibido y a mis órdenes.

Doña María no hubiera dejado de sacar de estos hechos una ventaja femenil, si no se hubiese fijado, algo confusa también, de que el patán, a pesar de algunas leves señales de pasada disipación, tenía agradable aspecto; era una especie de rubio Sansón, cuya sedosa barba, de color de trigo, jamás había conocido el filo de la navaja del barbero, ni de las tijeras de Dalila.

Debía de ser nuevo en el establecimiento. Esto, en vez de tranquilizarle, le obligó a cambiar de postura varias veces, abandonando por el momento su habitual majestad y languidez. ¿Puedes darme la navaja que han vaciado hoy? Allá va. Fernando alargó el brazo y Cosme recogió la navaja. Un vago deseo de levantarse nació en el espíritu de Pablito.

Mientras silbaba una marcha militar, se puso a vestirse con una especie de compunción, meditando sobre una arruga del dormán como si se tratase de un asunto de importancia, contrariado por una gota de agua que alteraba el lustre inmaculado de las botas y afilando dos veces la navaja de afeitar para más seguridad. ¿Está contento mi coronel? decíale su tía.

Estaba atento Sancho a las ceremonias de aquel lavatorio, y dijo entre : ¡Válame Dios! ¿Si será también usanza en esta tierra lavar las barbas a los escuderos como a los caballeros? Porque, en Dios y en mi ánima que lo he bien menester, y aun que si me las rapasen a navaja, lo tendría a más beneficio. ¿Qué decís entre vos, Sancho? -preguntó la duquesa.

Dijo la palabra insultante, pero apenas si se oyó. Fermín abalanzose a él con tal ímpetu, que rodaron las sillas y tembló la mesa, deslizándose con el empujón hasta la pared. Llevaba en una mano la navaja de Rafael, el arma que había olvidado dos días antes el aperador en aquel mismo colmado.

Se agachó, no obstante, con precaución y le quitó de la mano la navaja. En seguida llegó don Paco a donde estaba don Ramón, que le reconoció, y con viva efusión le dio las gracias. Don Paco desató el cordel que mantenía a don Ramón amarrado. Alúmbreme usted con el candil le dijo . Voy a ver si ha muerto ese hombre.

Dio un paso atrás, revolvió en su cesto de costura, sacó una navaja enorme, y corriendo en seguimiento del gigante, que retrocedía espantado, exclamó con bramido: Te degüello....

La vista de la navaja daba escalofríos á la señora, la ponía nerviosa, y por eso mismo el socarrón cortaba el tabaco con lentitud y tardaba en guardársela, repitiendo siempre los mismos argumentos del abuelo para explicar su retraso en el pago.

Palabra del Dia

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