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Pero era el viento en las rendijas. Felicita volvió a acostarse en el sofá. ¿Qué ruido es ése? murmuró Felicita, cayendo de rodillas, desvariada . Se oye murmurio de preces. Se oye chisporrotear de cirios. Rezan la recomendación de un alma. Anselmo ha muerto. Anselmo ha muerto. Pero era el ruido de la lluvia en los cristales. Al entrar Telva, Felicita oraba, de rodillas.

El murmurio del río que rompe entre guijas al pié de uno de sus muros; los esbeltos penachos de las flexibles cañas que los coronan, y los hermosos plumajes de las oropéndolas y solitarios que se posan en su parduzca y viscosa argamasa, constituyen una amarga verdad que enseña á los que vuelven cuán cerca está la vida de la muerte.

Se les veía moverse; pero no se oían sus pasos sobre el áspero suelo nevado, ni alteraban el silencio de la Naturaleza, que parecía haber enmudecido de repente por respeto a lo que estaba pasando allí, otros ruidos que algún murmurio de tarde en tarde, como de rezo coreado, y el tañido constante de la campana de la iglesia, repetido ya por el débil tintineo de una campanilla de monago que aún no había surgido de la oscuridad.

La joven naturaleza de Lola; las puras emanaciones azoadas del Banajao; sus frescas y deliciosas brisas, impregnadas de las delicadas esencias de la sampaguita y del ilang-ilang; la vida del campo, el constante murmurio de sus bosques, el lenguaje poético y enamorado de los cientos de arroyos que retratan en sus bulliciosas ondas la palma, la bonga y el coco; la existencia tranquila, la bondad del clima y los exquisitos cuidados, hicieron crisis en la enfermedad de Lola.

¡Cuántas veces el aroma de la flor, ó el murmurio de la fuente, son los medios de que el Hacedor se vale para susurrar en el alma querida, esas mudas y misteriosas palabras que se escriben en el grandioso libro de la naturaleza! Una de las sublimes páginas de ese gran libro que abraza toda la creación, y que solo á su Autor le es dado hojear, la compone el crepúsculo vespertino.

Dinorah corría en su busca, Höel arrastraba a Corentino medio loco de terror y la orquesta se apagaba lentamente, pianissimo, en un suave murmurio que dejaba sobresalir lejos, cada vez más lejos, hasta convertirse en un eco apagado, misterioso, mágico, las vibrantes notas de la campanilla de plata de Bellak, la cabra blanca .

Su labor y dechado consistía en camisitas microscópicas, baberos no mayores, pañales festoneados pulcramente. En faena tan secreta y dulce íbanse sin sentir las tardes; y alguna que otra vez la aguja se escapaba de los ágiles dedos, y el silencio, el retiro, la serenidad del cielo, el murmurio blando de los magros arbolillos, inducían a la laboriosa costurera a algún contemplativo arrobo.

Y en el arpa divina de Darío, ruido de encajes y frufús de seda, música de cinceles sobre el mármol y murmurio de risas y de gemas, canción de cisnes sobre el quieto estanque al paso de las "púberes canéforas", arpegio de violines cortesanos y vibración de cítaras helenas.

Me traté de cobarde y de insensata, y, reuniendo todas mis fuerzas, entré en el camino, donde el paso de los coches había dejado pequeños charcos, ya medio secos, que lucían como espejos. El viento que pasaba por las cimas de los álamos, hacía oír un sordo murmurio que me acompañó hasta la puerta de la granja.