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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Tomás Cardoso y los demás aventureros tuvieron que apartarle de allí, bajándole casi en volandas hasta la puerta principal del edificio. Era menester salir fuera, abrirse paso o morir hiriendo y matando, si no querían todos perecer ahogados por el humo o devorados por las llamas.
Tu corazón no debe permanecer por más tiempo expuesto á la malignidad de sus miradas. Sería peor que la muerte, replicó el ministro, ¿pero cómo evitarlo? ¿Qué elección me queda? ¿Me tenderé de nuevo sobre estas hojas secas, donde me arrojé cuando me dijiste quien era? ¿Deberé hundirme aquí y morir de una vez?
Por el contrario, la cuestión de saber quién era su madre y cómo ésta había llegado a morir en semejante abandono, preocupaba a menudo su espíritu.
Un hombre extraño le ha mandado morir, y ha muerto. Un hombre extraño ha robado aquel hijo á su madre; á esa madre que lo ha concebido, que lo ha criado, que lo amaba con todas las veras de su corazon, que se estaba mirando en él como en un espejo.
Por fin realizaba el deseo de acabar sus días en un rincón de la soñolienta catedral española, única esperanza que le sonreía cuando caminaba a pie por las carreteras de Europa, ocultándose del guardia civil o del gendarme, y pasaba las noches en un foso, apelotonado, con la barba en las rodillas, creyendo morir de frío.
Ahora bien, nada tengo, si se exceptúan cien mil francos que Nicholson me ha dado a cuenta por los recuadros, cantidad que, según convenio, tendría que devolverle si no termino mi trabajo... debe darme, además, el doble de aquella suma el día que entregue la obra concluída... No creo que podré acabarlos antes de cuatro meses... Te pido, pues, que si a mí me toca morir, me acuerdes ese plazo de que te he hablado... y no tengo necesidad de decirte que este convenio es recíproco.
Es innegable que amaba al duque de Estrelsau; y su conducta al morir éste, demostró que ni aun conociendo el verdadero carácter de aquel hombre había cesado su estimación por él.
La voz de Lacante se volvió más fuerte y más solemne: Hija mía, escucha lo que voy a decirte: tu dolor me ha vencido y ha triunfado de mis resistencias... No quiero dejarte en el corazón un dolor del que sé que nunca te curarías... Quiero morir en tu misma fe y en tu misma esperanza... Elena dio un grito ahogado, indescriptible, y cayó de rodillas con las manos juntas.
Era regalo destinado en otros tiempos sólo a las reinas, pero algunas devotas ricas de la América del Sur conseguían ahora esta distinción. Y menudeaba las liberalidades, viviendo en santa pobreza para poder enviar más dinero al Vaticano. ¡La «Rosa de Oro», y luego morir!...
Muchos que estaban próximos á morir temblaban ante la idea de perder su libertad. La venganza balkánica es algo más temible que la muerte. ¡Hermano!... ¡hermano!... El capitán, adivinando los deseos ocultos en estas súplicas, evitaba el mirarles. ¿Lo queréis? preguntó varias veces. Todos movieron la cabeza afirmativamente.
Palabra del Dia
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