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Actualizado: 29 de julio de 2025
Trabado en su marcha por una fuerza de milicianos que se habia organizado de Sangarara, los atacó, y obligó á asilarse del templo, donde se defendieron hasta sepultarse bajo los escombros del edificio, que se desplomó sobre sus cabezas. Esta ventaja, poco considerable en sí misma, dió alas á la anarquia, que se propagó hasta la provincia de Chichas.
Los indios no se atrevieron á penetrar hasta dentro de la poblacion, y se retiraron á las faldas de los cerros que la dominan, despues de haber incendiado unos pocos ranchos de los alrededores, satisfechos de las ventajas que habian conseguido: pero la confusion estremada en que quedaron aquellos milicianos, ocasionó una total falta de obediencia, y sin reparar el peligro á que se esponian, huyeron dispersos y desordenados á Puno, donde llegaron muchos la misma noche, refiriendo aquel suceso con tristes lamentos y grandes exageraciones del número de enemigos que hacian subir á lo inmenso.
Cargaron con tanta violencia y multitud aquel pequeño trozo, que se componia de solos 40 hombres, que no bastó el valor para la resistencia, y cediendo al mayor número y á la fuerza, fué preciso pensar en la retirada, en que hubieran perecido todos por el desórden son que la egecutaron, á no haber salido á sostenerlos la compañia de granaderos milicianos, no pudiendo evitar perdiese la vida en la refriega D. Francisco Revilla, y dos granaderos que le acompañaron en su desgraciada suerte: pues aunque despues salió Flores con mayor número de gente, sirvió poco su diligencia, por haber entrado la noche.
Bien meditado todo, con la madurez y reflexion que pedian las circunstancias del caso, unió aquel Gefe su dictámen al de los demas, y se resolvió la retirada al Cuzco, que anunciada á las tropas la celebraron con muchas aclamaciones, y despues se supo que viendo se les dilataba esta órden, habian convenido desertarse aquella noche 30 soldados milicianos con 150 indios auxiliares.
Se adelantó este comandante con sola su compañia de granaderos, haciendo la extraordinaria diligencia de caminar en dos dias, 50 leguas y aunque llegó en tiempo oportuno para contener á los atrevidos milicianos, algunas consideraciones prudentes detuvieron las providencias, y aquellos hombres feroces, dejando las armas, volvieron dispersos á sus idolatrados domicilios.
Mas aunque tanto y tanto se trató luego por los realistas de borrar la participación que el bello sexo tomó en la revolución, no pudieron hacer desaparecer todas las pruebas que esto probaban; así sucedió con el generoso acto que las más principales damas sevillanas llevaron á cabo en 1821 costeando y haciendo con sus propias manos una bandera que regalaron á los Milicianos Nacionales de nuestra ciudad, en que figuraba lo más florido de la juventud; como dice un autor, «dejaban las comodidades y el regalo de su casa para empuñar las armas en defensa de la libertad, sufriendo todas las penalidades y malos ratos de la vida de campaña.»
Aun no bien se supo estaban acampados los indios en aquel cerro, proyectando el asalto de la ciudad, se infundió en todos sus vecinos la generosa resolucion de defenderse, hasta derramar la última gota de sangre: y porque fuesen iguales el valor y la precaucion, ganando los instantes, se colocaron puestos avanzados para observar desde mas cerca los movimientos del enemigo, y cortando las calles con tapias de adobes, que impropiamente han llamado trincheras, se destacaron algunas compañias de milicianos para que guarnecieran sus extramuros.
Tirso recordaba las palabras de la Escritura: Desaparecerá el impío como la tempestad que pasa; mas el justo es como cimiento durable por siempre. La esperanza de los justos es alegría; mas la esperanza de los impíos perecerá. Desde que Tirso despreció a Pateta por verle con uniforme de corneta de milicianos, según él contó a Paz, no pudo el chico refrenar la antipatía que le inspiraba el cura.
Si á alguno le pareciese arriesgado que internemos 80 leguas por el Rio Negro, será porque no se acuerda de que somos españoles, de que Garay fundó los fuertes de San Salvador y Santi Espiritu, y Oyolas el de la Asumpcion, á mayores distancias de España, y entre sí, guarneciéndolos con menos de 100 hombres; y hace tres años que 50 milicianos paraguayos han hecho el Fuerte de Borbon en iguales circunstancias, y en medio de mayor número de bárbaros, mas guerreros y de mayor pujanza que los que hay por acá.
Y por esto tal vez, expresando el dolor de aquella marcha que para algunos no tendría la alegría del regreso, una voz amante, una voz de mujer dulce y amorosa cantó con suspiros y lágrimas: «El día que se fueron los milicianos, aquel día mis ojos no se secaron. ¡No se secaron el día que se fueron los milicianos!»
Palabra del Dia
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