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Actualizado: 18 de mayo de 2025
No había más que notar cómo iba vestida a la catedral. «Estas señoras desacreditan la religión». Obdulia ostentaba una capota de terciopelo carmesí, debajo de la cual salían abundantes, como cascada de oro, rizos y más rizos de un rubio sucio, metálico, artificial. ¡Ocho días antes el Magistral había visto aquella cabeza a través de las celosías del confesonario completamente negra!
Todo era seco, árido y hostil. Las riquezas minerales daban á las montañas colores inauditos. Había cumbres verdes, pero de un verde metálico; otras eran rojas ó anaranjadas. En ciertas oquedades existía una capa blanca y profunda, semejante al sedimento de un lago cuyas aguas acabasen de solidificarse. Estos lagos secos eran de borato. Caminó después días enteros sin encontrar ninguna vegetación.
»Además, las municiones son tan antiguas como las armas, y los explosivos que duermen hace tantos años en el ataúd metálico de las cápsulas se inflaman de una manera caprichosa ó insisten en seguir silenciosos para siempre. De cada cien tiros sale uno. Las mujeres, por su parte, al ver la impotencia de los rayos negros, apelan á las armas de los hombres, aunque las manejan peor que éstos.
Pero el sonido metálico y vibrante del molinete se oye: comienzan á levar anclas, y es preciso separarse.
En la puerta un presbítero, sentado ante una mesa, golpeaba con una moneda la bandeja de las ofrendas, y aquel choque metálico, acusador del interés, sonaba mal: los muros sagrados lo devolvían en apagados ecos, cual si rechazaran la voz de la codicia humana.
Todos estos buques menores, pintados de un gris metálico para confundirse con el color del agua, entraban en el puerto y salían como centinelas que se reemplazan.
Le pertenecen tambien: la incontinencia de orina y la ronquera: esta es rara en el hidroclorato, y no la tiene el oro metálico; este y el sulfuro poseen el dolor de las parótidas y una especie de tortícolis.
Antes faltaba en la iglesia el campanero que ellos a oír una de las primeras misas, cuándo no la del alba; confesaban y comulgaban todas las semanas; de cuando en cuando hacían ofrendas en metálico para mayor boato del culto; vestían a los santos, y hasta solían llevarse a su casa ropa de altar y sacristía, devolviéndola limpia, planchada y rizada primorosamente.
Inglaterra habría conseguido un buen tratado de comercio, cien millones en metálico y cincuenta leguas de territorio. ¿Lo cree usted? preguntó el señor Dandolo. Estoy seguro. Pues bien, ¿para qué discutir más? Soy de igual opinión. ¿Qué es esa historia de Ky-Tcheou? preguntó Germana. ¿No ha leído usted eso, señora? Nosotros no vemos ningún periódico aquí, a excepción de usted, querido conde.
Esto le llevó naturalmente a hablar de la herencia. Ya había cogido su parte, y con un pico que recibió en metálico había redimido las prendas empeñadas. Ya era propietario de inmuebles, y más valía esto que el dinero contante. Y a propósito de la herencia, también le contó que entre su hermano mayor y doña Lupe habían surgido ruidosas desavenencias.
Palabra del Dia
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