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Actualizado: 1 de junio de 2025
Pues bien, amable lector, aquí tienes el birrete de Merlín: hazme el favor de cubrirte con él, porque si permaneces tan visible como estás ahora, turbarás con tu presencia aquel lugar sosegado y quieto, así como un objeto cualquiera arrojado a las aguas dormidas y claras de un estanque altera su transparencia y reposo.
-De las sobras no habrá que avisar -respondió Merlín-, porque, llegando al cabal número, luego quedará de improviso desencantada la señora Dulcinea, y vendrá a buscar, como agradecida, al buen Sancho, y a darle gracias, y aun premios, por la buena obra.
Este tal caballo, según es tradición antigua, fue compuesto por aquel sabio Merlín; prestósele a Pierres, que era su amigo, con el cual hizo grandes viajes, y robó, como se ha dicho, a la linda Magalona, llevándola a las ancas por el aire, dejando embobados a cuantos desde la tierra los miraban; y no le prestaba sino a quien él quería, o mejor se lo pagaba; y desde el gran Pierres hasta ahora no sabemos que haya subido alguno en él.
Y no es de omitir el numeroso contingente del país de Gales, bajo la bandera escarlata de Merlín. Allí también el anciano duque de Armagnac con su sobrino el señor de Albret, los de Esparre, Breteuil y tantos más. Al cuarto día todo el ejército quedó acampado en el valle de Pamplona y el príncipe inglés convocó á sus jefes á consejo en el palacio real de la antigua capital de Navarra.
DON SILVESTRE. Tío Merlín, usted es un tunante; ¡y si no fuera por sus canas!... MERLÍN. Señor de Seturas, usté me falta.... No hay en el pueblo naide que se atreva á dudar de mis palabras. DON SILVESTRE. Tampoco ha habido nadie que haya querido romperle el alma, y por eso tiene usted embrollado y revuelto al vecindario.
A estas razones respondió con éstas disparatadas Sancho, que, hablando con Merlín, le preguntó: -Dígame vuesa merced, señor Merlín: cuando llegó aquí el diablo correo y dio a mi amo un recado del señor Montesinos, mandándole de su parte que le esperase aquí, porque venía a dar orden de que la señora doña Dulcinea del Toboso se desencantase, y hasta agora no hemos visto a Montesinos, ni a sus semejas.
Qué rustrió ni qué.... ¡Imbéciles!... Y aunque tamaño absurdo fuera atendible, ¿de qué serviría cuando la pared cayó un cuarto de hora después que sonó el tiró?... ¿Pero tu haces caso de esas socaliñas? dijo don Silvestre, hasta entonces mudo espectador. Á esta gente es preciso conocerla. ¿Á que anda el tío Merlín en el ajo? Justamente contestó el pobre hombre.
Hemos estado en la cueva de Montesinos, y el sabio Merlín ha echado mano de mí para el desencanto de Dulcinea del Toboso, que por allá se llama Aldonza Lorenzo: con tres mil y trecientos azotes, menos cinco, que me he de dar, quedará desencantada como la madre que la parió. No dirás desto nada a nadie, porque pon lo tuyo en concejo, y unos dirán que es blanco y otros que es negro.
Aquí va á ir de pillo á pillo. Puede usté decirle que traiga el reló, pero firmando un papel. ¡Á ver, á ver! ... murmuraron sus convecinos, llenos de curiosidad. Escriba usté, secretario dijo á éste el alcalde; que la cosa tiene que ver. Dite usté, tío Merlín.
Y es de este modo afirmaba como debe nacer el Anticristo, según un gran número de doctores, y como nacieron Rómulo y Remo, según Tito Livio; Platón el filósofo, según San Jerónimo; Alejandro el Grande, según Quinto Curcio; el inglés Merlín, engendrado por un íncubo en una religiosa hija de Carlomagno; y, para decirlo todo, el maldito heresiarca que llevaba el nombre de Lutero.
Palabra del Dia
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