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Hazañas tan memorables merecían una pluma delicada que las escribiese segun correspondia. Tal era la de DON FRANCISCO DE MONCADA, no menos célebre por la espada, que por la pluma; y digno de ser tan conocido, como merece la grandeza de su ingenio y de su alto nacimiento.

Espiando por detrás de los visillos aquella florida juventud, ávida de los goces estéticos, vio pasar a Granate correctamente vestido, balanceando su torso colosal sobre unas piernas que no lo merecían. Le vieron entrar en casa de Estrada-Rosa y hasta oyeron el ruido del picaporte. Nada más. Inmediatamente se abrieron de par en par los balcones del café y se llenaron.

Don Adrián y su hijo, respondió Nieves con la mayor tranquilidad. Bermúdez se quedó lo que se llama cortado; amagó una respuesta evasiva, y lo puso peor. Su hija no pudo menos de sonreírse al verle tan apurado, y le dijo muy templada: Mejor pago merecían de ti: créeme. Esto ocurría al irse cada cual a su agujero después de la sobremesa.

Este pensamiento me han sugerido varios autores que afirman que los descendientes de aquellos judios de la sinagoga de Toledo que contradijeron la muerte de Jesus, merecian ser premiados i tenidos por buenos.

Y saldrán a la calle con un palmo de hocico y atropellando a la gente menuda, cuando ellos merecían un grillete, y ellas la Galera de Alcalá... Yo todas estas cosas al pormenor, porque la misma resistencia mía a servirlos los forzaba a exponer sus miserias sin disfraces, para moverme mejor. ¡A buena parte venían!

La tuvieron. Sin duda alguna, la merecían; pero, como hacía observar Roussel á la joven pareja con sonriente filosofía, nadie es tratado en la vida según sus méritos. Una nueva Clementina, aquella á quien sólo Herminia había conocido hasta su boda con Mauricio, se reveló á Fortunato.

Bien pudiera Dios rigurosamente piadoso dejarles apartar de estos mares y sepultarles después en golfos de agua para eternizar su muerte en las llamas que merecían. Mas los adorables juicios de la Providencia Divina, aunque siempre inescrutables a la mayor perspicacia, también a veces se nos dan a venerar dejándose traslucir en la benignidad de sus efectos.

Perdidos todos sus servicios, con que algun tiempo pensaba alcanzar quietud y descanso; perdida la reputacion por el castigo, porque con él se habia dado ocasion para que todo el mundo les tuviese en poco, pues tras tantas victorias merecían tal premio; muertos gran parte de sus amigos, y su muerte á los ojos.

Las dos extranjeras fueron inmediatamente notadas y apreciadas como merecían, por las treinta o cuarenta personas que constituyen una especie de tribunal misterioso, que sentencia a nombre de todo París, y cuyas sentencias son sin apelación.

Mas aun que no todo es misterio, todo es acuerdo, y quiso Dios en este fracaso piadosamente amoroso advertirles cuan cerca habían estado de su ruína, los que no la merecían quizá menos que la que la padeció.