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Actualizado: 19 de julio de 2025


La reventa de esas mercancías, en cuyo valor hay mucho de artificioso, y la venta de algún carbón y otros artículos traídos de las montañas, constituyen los mercados especiales de los gitanos de Granada. La curiosidad de examinar los tipos de esa raza nos hizo mezclarnos entre los grupos.

El movimiento de buques, de marinos, obreros y mercancías le da al puerto un aire de alegría y un interés que agradan al viajero; y sinembargo no se siente el deseo de permanecer allí por muchos dias, como en Granada ó Sevilla. Se comprende y reconoce el mérito comercial é industrial de Málaga, pero su población y la masa general de sus gentes no inspiran simpatías.

En el primero están el rio y sus orillas mismas; en el segundo, la línea de localidades y puertos, donde se ve un considerable movimiento de mercancías y trasportes, y la doble cinta que describen el ferrocarril y el camino carretero que giran de cada lado; en el tercero, interminables viñedos, monótonos y tristes por su regularidad, cubriendo extensos planos inclinados ó faldas de pequeñas colinas; en el cuarto, las lejanas montañas del Taunus, de tinta oscura, cubiertas de bosques de pinos, abetos y encinas; por último, el inmenso pabellon de un cielo de color azul pálido y vago, que parece reflejar las brumas de la vieja Alemania.

Y sinembargo, si se observan los rasgos particulares, recorriendo el interior, se encuentran dos tipos diferentes. En la parte llana, á lo largo de la ribera, hallais alegres puertos á donde llegan numerosos barquichuelos; en uno de aquellos humean las chimeneas de los vapores y se amontonan las barcas veleras y de remolque, repletas de mercancías.

Veía entrar y salir en el puerto los buques, que parecían juguetes de estanque, y llegar por el aire, sobre la llanura oceánica ó sobre las montañas, innumerables máquinas voladoras llevando sobre sus lomos y sus pintarrajeadas alas pasajeros y mercancías procedentes de misteriosos países.

Por la noche, Blasillo vigilaba el embarque de las mercancías, y el viejo Bentek y los negros llevaban a bordo los últimos fardos, cuando Plock que hasta entonces había permanecido alejado, se aproximó al joven y le dijo: Sólo el demonio, hijo mío, le ha podido encargar de semejante comisión; pero yo me lavo las manos; ¡que la venganza del Cielo caiga sobre usted y sobre los que le mandan!

Y la causa es, porque van Tan llenas de mercancias, Que aunque vogasen seis dias, Un ponton no alcanzarán. Nosotros á la ligera, Y sueltos como el fuego, Y en dandonos caza, luego Pico al viento, ropa fuera, Las obras muertas abaxo, Arbol y antena en crugia, Y ansi hacemos nuestra via Contra el viento, sin trabajo.

Un aprendiz lanzóse a la carrera por una puertecilla obscura que se abría en la anaquelería: una de esas gargantas de lobo que dan entrada a pasillos y escaleras estrechas, infectas como intestinos, que sólo se encuentran en las casas donde las necesidades del comercio y la aglomeración de mercancías disputan a las personas el terreno palmo a palmo.

Y saliendo al encuentro de estas mercancías que se iban, los rosarios de descargadores alineaban las que llegaban: colinas de carbón procedentes de Inglaterra; sacos de cereales del mar Negro; bacalaos de Terranova, que sonaban como pergaminos al caer en el muelle, impregnando el ambiente de polvo de sal; tablones amarillentos de Noruega, que conservaban el perfume de los bosques resinosos.

Sus brazos amarillos pasaban enormes fardos de las bodegas de proa y de popa a las chatas embarcaciones. Esta operación iba a prolongarse hasta la madrugada. Además de las mercancías, había que echar a tierra el enorme bagaje de la compañía de opereta: cofres de vestuario, decoraciones, equipajes de los artistas. Al entrar en su camarote, Ojeda experimentó la sorpresa de la inmovilidad.

Palabra del Dia

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