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Actualizado: 16 de junio de 2025
Las sesiones nocturnas en el fumadero, amoríos, golpes, el desafío de Río Janeiro, que por poco me cuesta un pie, millones en oro acuñado debajo de nuestras plantas, un cadáver de iluso echado al mar, quince noches pasadas junto a otro cadáver que también representa millones... ¡qué novela! ¡Y yo que he pasado en Madrid meses y meses de casa al café, del café a la redacción y de la redacción a otros sitios... sin que me ocurriese nada extraordinario!... El único remordimiento que siento después de tantos sucesos es el de mis insolencias involuntarias con la pobre doña Matutina y los sustos que he dado a su guardián. ¡Que ella me perdone! ¡Lástima no habernos conocido un poco antes, para que me hubiese dedicado un pequeño recuerdo en su testamento!...
Despertaba sonriendo a la luz. Su pensamiento primero, sin falta, era para el Señor. Oía los gritos de los pájaros en la huerta, encontraba en ellos sentido místico, y la piedad matutina de Ana era optimista. El mundo era bueno, Dios se recreaba en su obra.
Oh tu! que cantas la honradez sin gloria En estas líneas que inspiró la muerte, Tal vez alguno guarde tu memoria, Y quiera un dia averiguar tu suerte. Feliz entonces si un pastor anciano Pueda decir: «La estrella matutina «Le vió mil veces recorrer el llano, «Sorprendiéndole el sol en la colina.
No se le pasó por las mientes que se pudiera necesitar al médico para curar algún mal; la experiencia le había hecho escéptico en este punto; ya suponía él que su mujer no estaba enferma; pero Dios sabía qué capricho era aquel, para qué se quería al médico a tales horas y cuál sería el daño, casi seguro, que a él, a Reyes, le había de caer encima a consecuencia de la nueva e improvisada y matutina diablura de su mujer.
¡Pobre doña Matutina!... Que me perdone desde el cielo los escándalos que he dado ante su puerta... Ni la conozco ni me deja nada; pero la tengo cierta simpatía.
Es un ángel del hogar, que sabiamente interpreta en su modo de pensar la vital filosofía, y en su modo de sentir el suspiro de Julieta, el gemido de Desdémona y el delirio de Lucía. Ama su honra más que el brillo del oro resplandeciente, porque su honra constituye el tesoro solamente de su vida tan serena cual la hora matutina;
Una familia numerosa, una verdadera tribu, pero con víveres en abundancia. Y al morir doña Matutina la llevan a enterrar a Buenos Aires, según su póstuma voluntad. ¿Y el hombre misterioso?...
Ha perdido todo interés para mí... Porque le advierto, Fernando, que la tal señora, mi vecina de camarote, murió hace un mes en París, y es su cadáver el que viene con nosotros a Buenos Aires. Acababa Isidro de enterarse. El mayordomo del buque le había revelado el secreto viendo próximo el término del viaje. La pobre señora tenía un nombre poético un tanto raro: doña Matutina Flores.
Ahora, todavía, a pesar de haber pasado los malos tiempos y de la fortuna con tantos esfuerzos adquirida, ambos, el hombre y la mujer, eran quienes se levantaban primero en la granja. A aquella hora matutina, oía sus idas y venidas por las grandes cocinas de la planta baja, vigilando el café de los trabajadores.
Se lo agradezco a usted muchísimo. Y su pálida faz se coloreaba ligeramente, como blanca nube matutina herida por el primer rayo del sol. Hacía mucho tiempo que no creía en Dios, y un día, como hubieran llevado a casa de la condesa unos iconos, cometió con uno de ellos un horroroso sacrilegio. Con este motivo, se cayó en la cuenta de que había perdido el juicio.
Palabra del Dia
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