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Actualizado: 12 de junio de 2025
Llegaban arrollados por el viento los estrépitos de la industria, el martilleo poderoso, los resoplidos de las máquinas, el mugido de los convertidores del acero que lanzaban por encima de las techumbres su chorro de chispas y escorias. Aresti admiraba esta grandeza industrial. ¡Todo era obra de su primo!
Sin embargo, su flexible cuerpo conservaba los resabios de la tentación y de la danza, y sus pies desnudos se movían cadenciosos como si hicieran oír todavía el martilleo de las ajorcas. La palidez de su rostro daba terror y sus labios enseñaban los dientes con esa sonrisa incomprensible que suele asomar a la boca de los cadáveres.
Se deploran la cancamurria y los hípidos de nuestros actores y, sin caer en la cuenta, parecen deliciosos el inaguantable martilleo de los actores franceses, su remilgada afectación y el continuo subrayar de palabras y frases á fin de que las agudezas sutiles penetren bien en las mentes obtusas del auditorio, lo cual hasta llega á ser ofensivo, ya que presupone tontería en el público y la necesidad de un embudo y de un cazo de bayeta para que trague lo más dificultoso y enmarañado.
En la plaza y sitio que había de ocupar el nuevo templo se había levantado un cadalso para las autoridades, los próceres del pueblo y las damas. Desde este cadalso, el obispo colocaría la primera piedra, que ya pendía de unos cordones de seda, perfectamente preparada. En el teatro no cesaba el martilleo para colocar la mesa del banquete, guirnaldas y trofeos.
Libros, apenas si se veían tres en la escuela: una misma cartilla servía á todos. ¿Para qué más?... Allí imperaba el método moruno: canto y repetición, hasta meter las cosas con un continuo martilleo en las duras cabezas. A causa de esto, desde la mañana hasta el anochecer, la vieja barraca soltaba por su puerta una melopea fastidiosa, de la que se burlaban todos los pájaros del contorno.
Muchas tardes en el Congreso, oyendo al jefe que desde el banco azul contestaba con voz incisiva a los cargos de las oposiciones, su cerebro, como abrumado por el incesante martilleo de palabras, comenzaba a dormirse.
Yo no sé si todo esto era creíble al pie de la letra y fundamento sólido para su tesis; pero desde luego era simpático como chispazo escapado del martilleo sobre la principal, harto más seria y demostrable. Salieron a plaza también mis excursiones y entretenimientos desde que había llegado de Madrid. Díjele por dónde había andado y la cumbre más alta a que había subido en compañía de don Sabas.
Aquel célebre clamoreo evoca en los corazones recuerdos de aquéllos sobre cuyos corruptos cuerpos ha resonado muchas veces el azadón del sepulturero. Aquella campana, recalentada por los incesantes golpes del badajo, parece que se agita por la fiebre, y que a cada paso ha de romperse torturada por tanto martilleo.
Palabra del Dia
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