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Actualizado: 7 de junio de 2025


Riose no poco en su interior al descubrir aquella flaqueza, y con intención poco caritativa, comenzó a soliviantarle siempre que podía, sacándole conversación acerca de las relaciones de Marroquín y la planchadora, noticiándole todo lo que corría por el colegio acerca de ellas, y agregando él mismo cuanto podía para abrasarle de celos.

Marroquín, que estaba paseando por el corredor y le vio subir, no tardó en seguirle también sin hacer ruido. A entrambos los siguió Miguel con más sigilo aún.

En esto, se abrió la puerta de don Guillén, y él mismo, en persona, destacó por obscuro sobre el cuadro de grisácea luz, sorprendiéndome en vergonzosa y vergonzante fisgonería. Estaba vestido de paisano, revuelta la pelambre, que, embebiendo el claror, le hacía halo en torno a la cabeza. Llevaba zapatillas de marroquín rojo.

El tresillo. Un trance amargo. El volumen. Diego Fallon. Su charla. El verso fácil. Clair de lune. El canto "a la luna". D. José M. Marroquín. Carrasquilla. José M. Samper. Los mosaicos. Miguel A. Caro. Su traducción de Virgilio. El pasado. Rufino Cuervo. Su diccionario. Resumen. He dicho ya que el desenvolvimiento intelectual de la sociedad bogotana es de una superioridad incontestable.

Marroquín, el velloso, no tomaba parte casi nunca en el juego; prefería apartarse un buen trecho de todos y sentarse sobre alguna piedra y entregarse a la meditación; últimamente había descubierto que el estudio servía de muy poco para ilustrarse; lo principal era pensar, meditar mucho. Ya hemos dicho que el cura mostró predilección por Miguel, apesar de su conducta nada ejemplar.

MarroquínMiguel, que estaba en acecho, vio que Marroquín se volvía y el cura le hablaba al oído; el profesor heterodoxo levantó la cabeza con sorpresa y se apresuró a decir en voz bastante alta y nada pacífica: «Cuando usted quiera.» D. Juan volvió a hablarle al oído, y tornaron a separarse.

Y entonces penetró también la razón del odio profundo que Marroquín le inspiraba de algún tiempo a aquella parte, y hasta de la antipatía hacia Mendoza, de quien todos los alumnos creían que estaba Petra enamorada.

Al tiempo de acostarse, Miguel se vio obligado por más de media hora a oírle vomitar injurias contra su mortal enemigo. Al fin concluyó diciendo: «Por las buenas, Miguel, ya sabes que no hay hombre mejor que yo... ¡Pero por las malas, soy una fiera! Marroquín me las ha de pagar.

No lo estuvo mucho tiempo, sin embargo, porque el demagogo Marroquín comenzó a romper con desusada frecuencia los botones de la levita y el pantalón, y con la misma frecuencia a subir a su morada buscando remedio para tales desperfectos.

Allí viene un cuerpo enjuto, una cara que no deja ver sino un bigote rubio, una perilla y un par de anteojos... Es un hombre que ha hecho soñar a todas las mujeres americanas con unas cuantas cuartetas vibrantes como la queja de Safo... es Rafael Pombo, y Camacho Roldán y Zapata, Manuel A. Caro y Silva, Carrasquilla y Marroquín, Salgar y Trujillo, Esguerra y Escobar... todo cuanto la ciudad encierra de ilustraciones en la política, las letras y las armas.

Palabra del Dia

rigoleto

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