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Actualizado: 10 de julio de 2025
Es, por consiguiente, la Virgen que vimos en Salamanca un dato curiosísimo de la historia del arte y de la historia de Rivera; pues hay que advertir que no cabe duda alguna respecto de su autenticidad, ya porque así resulta de incontestables documentos, ya porque, en medio de su santa alegría y pudorosa mansedumbre, aquel cuadro ostenta, en cuanto lo consiente la índole del asunto, toda la intensidad y brío de color del Spagnoletto; su manera, su estilo, su genio, su carácter.
En cuanto se abrochó el alzacuello, el Magistral volvió a ser la imagen de la mansedumbre cristiana, fuerte, pero espiritual, humilde: seguía siendo esbelto, pero no formidable. Se parecía un poco a su querida torre de la catedral, también robusta, también proporcionada, esbelta y bizarra, mística; pero de piedra.
Mi padre me ha criado con amor; ha procurado honrar en mí la memoria de mi madre, y se diría que al criarme, al cuidarme, al mimarme, al esmerarse conmigo cuando pequeño, trataba de aplacar su irritada sombra, si la sombra, si el espíritu de ella, que era un ángel de bondad y de mansedumbre, hubiera sido capaz de ira.
Mi justificación está sobre todo en eso. Necesito probar, no sólo que he sido condenado injustamente, sino quién fué el culpable y por qué lo fué. Á ese fin consagraré mis últimas energías de hombre; después no quiero ser sino indulgencia y mansedumbre.
¡Qué feliz he sido hoy en medio de esos honrados aldeanos! decía á don Silvestre su amigo durante la comida. ¡Cuánta poesía en aquel cuadro que me rodeaba! Porque su expresión no era la que dan la bajeza ni la ignorancia, sino la mansedumbre del justo, ó el rubor de la inocencia.
No obedece con tanta sumisión al Polo Norte la aguja imantada, como Romagné a M. L'Ambert. Esta heroica mansedumbre enterneció el corazón del notario, que, a decir verdad, nada tenía de blando. Sintió por espacio de tres días una especie de gratitud por los buenos cuidados que le prodigaba su víctima; mas no tardó en cobrarle antipatía y hasta horror.
Decíame con tristeza, al ver las reliquias sagradas: «El clero católico-romano ha puesto siempre el mayor esmero en conservar intactos cuantos objetos pueden figurar como símbolos del cristianismo, al mismo tiempo que ha olvidado casi completamente, desde el siglo V, la sustancia, el espíritu, la mansedumbre y el desinteres de esa admirable religion.
La devota sumisión á su mujer añadía á dicha calidad de correcto una tintura de mansedumbre. Don Valentín había sido en su mocedad muy buen católico, pero sin fervor penitente y sin inclinaciones místicas y contemplativas. Ahora, por no desazonar á su mujer, se esforzaba por remedar á San Hilarión ó á San Pacomio.
Como quien se quita una máscara, Isidora dejó su aspecto de sumisa mansedumbre, y en tono resuelto pronunció estas palabras: «No quiero que mi hermano trabaje más en ese taller de maromas; no quiero y no quiero. Le señalarás una renta replicó la anciana con ironía ¡Le pondrás coche! Y para mis pobres huesos, ¿no habrá un par de almohadones? No estoy de humor de bromas.
Pero, a la manera de una bestia feroz, en cuya posteridad domesticada hubiérase cambiado la acometividad en mansedumbre artera e innoble, el igualitarismo, en la forma mansa de la tendencia a lo utilitario y lo vulgar, puede ser un objeto real de acusación contra la democracia del siglo XIX. No se ha detenido ante ella ningún espíritu delicado y sagaz a quien no hayan hecho pensar angustiosamente algunos de sus resultados en el aspecto social y en el político.
Palabra del Dia
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