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Actualizado: 21 de junio de 2025
Si el cronista Oviedo, el de la «Natural Historia de las Indias», había escrito de los americanos las falsedades que los que tenían las encomiendas le mandaban poner, le decía a Oviedo mentiroso, aunque le estuviera el rey pagando por escribir las mentiras.
Las veces que se salió á estas cosas y á escaramuza, inviaban tan pocos, que nunca se hizo cosa que luciese, porque en lugar de reforzarlos y ayudarles con gente, cuando iban ganando tierra á los enemigos, apenas eran llegados á las manos cuando los mandaban retirar, y hacíanlo de manera que siempre dejaban allá los mejores soldados, por no ir á la vanguardia á dar la orden que se retirasen, sino darla en la retaguardia, y así venían á quedar solos los que iban delante.
Era un señor con distrito propio: llegaba con su acta pura e indiscutible, lo mismo si mandaban los suyos que si el partido estaba en la oposición.
Sus principales esfuerzos se dirigian á las trincheras que mandaban D. Francisco Barreda, D. Juan de Monasterio y D. Juan de Cáceres, porque reconocieron desde el dia antecedente, que ya estaba abandonado el Castillo de Santiago, cuyo fuego las ponia á cubierto, é impedia á los rebeldes acercarse demasiado á ellas; como lo egecutaron avanzando repetidas veces con obstinacion, sin embargo de haber sido siempre rechazados.
El combate este día fué bien reñido y duró más que ninguno de los pasados, y durara mucho más si el día diera lugar á ello, porque los turcos que mandaban daban palos y cuchilladas á los que se retiraban de la batería, y reforzaban cada hora el combate. Estos días hobo muchos heridos y muertos de los turcos. De los nuestros muy pocos.
En los últimos términos del ocaso columbraba un anfiteatro de montañas que parecían escala de gigantes para ascender al cielo; nubes y cumbres se confundían, y se mandaban reflejados sus colores. En lo más alto de aquel cumulus de piedra azulada Ana divisó un punto; sabía que era un santuario. Allí estaba la Virgen.
También los muertos mandaban allí. Los fuertes perseguían a los débiles, y eran a su vez devorados por otros más poderosos; la misma historia de sus remotos antecesores en las aguas todavía cálidas del globo en formación. Todo igual, repitiéndose a través de centenares de millones de años.
Los juglares y saltimbanquis aquí y allá entretenían la curiosidad del bajo pueblo con mil suertes maravillosas y estupendas: aquí mandaban y se hacían obedecer de las alimañas y fieras traídas del interior del Africa; allí, a una voz, hacían salir de la tierra árboles que crecían, se cubrían de hojas y flores, madurando sus frutos, que los incrédulos cogían y gustaban.
¡Bendita sea! exclamaron tambien otros labios. Mis amigos de Reus, presumiendo que podia verme en algun apuro, y deseosos de que no me quedara en Francia, me mandaban cien duros á Paris, y otros ciento á Madrid, con el objeto de que me encontrase con recursos á mi llegada.
Aquellas bestias rudimentarias que él veía entre los peñascos, y lo mismo que ellas todos los animales del mar y de la tierra, sufrían la esclavitud del medio. Mandaban los muertos sobre ellas porque hacían lo que harían sus descendientes. Pero el hombre no es esclavo del medio: es su colaborador y a veces su dueño.
Palabra del Dia
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