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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Entonces, señores, ella se precipitó a tomarme la mano, esta manaza fea, curtida, rugosa; y, antes que yo pudiera impedirlo, apoyó en ella sus labios. Sólo más tarde, mucho más tarde, he comprendido lo que significaba ese beso.

Una o dos veces, al acercarme a su lecho, el infeliz me conoció, y para darme las gracias me tendió trabajosamente la mano, una manaza rasposa y tan ardiente como uno de aquellos ladrillos sacados del fuego. ¡Triste velada!

Después empezó á contar sus proezas á las vigas del techo y acabó diciendo que había matado más ingleses que pelos tenía en la cabeza. Iba yo á despanzurrarlo de un puntapie, cuando este mameluco alargó su manaza y agarrando á Bombardón me lo colgó del gancho como un cochinillo ó un trozo de cecina. ¡Por vida de! ¡Ja, ja, ja!

Otro periódico ministerial, El Puente de Alcolea, completaba estas noticias con el siguiente sueltecito, en que no asomaba ya la manaza, sino la pataza del excelentísimo Martínez, descargando una coz digna de la formidable pezuña del legítimo buey Apis: «Es completamente inexacto que el registro llevado a cabo por la policía en el palacio del señor marqués de Villamelón no produjese resultado alguno.

Quedose ante el asilado sin saber qué decir, sonriéndole con sus ojos de bovina mansedumbre, con su fiero mostacho de veterano, y al fin le acarició la nuca con una manaza dura, en la que el yeso marcaba con entrecruzados filamentos las escamas de la piel. Que sigas siendo bueno dijo con voz fosca y lenta que parecía salir de lo más profundo de su vientre . Que no disgustes a tu pobre madre.

Hablamos cuatro palabras nada más; y volví y me colé en la casa; y me hice amigo de la tía y hablamos; y una tarde salió el picador de entre un montón de banastas donde estaba durmiendo la siesta, todo lleno de plumas, y llegándose a me echó la zarpa, quiero decir, que me dio la manaza y yo se la tomé, y me convidó a unas copas, y acepté y bebimos.

Habíase quitado los guantes para tocar el órgano, y Juan sentía aún el contacto de aquella pequeña mano desnuda que vino a posarse fresca y suave en su gran manaza de artillero. Me engañaba hace un momentose decía Juan, la más linda es miss Percival. La maniobra había terminado.

Se frotó los ojos, siempre sanguinolentos e inflamados por el abuso de la bebida, y aproximándose al bandido, dejó caer una manaza sobre uno de sus hombros con estudiada familiaridad, como gozándose en hacerle estremecer bajo su garra y expresándole al mismo tiempo su bárbara simpatía. ¿Cómo estás, Plumitas? Le veía por primera vez.

Cerca, muy cerca ya del peñasco, el Canelo arrastraba materialmente a Chisco, que tiraba de él con todas sus fuerzas en sentido contrario, y ni amordazándole con una mano podía hacerle callar. La perruca faldera latía y vociferaba también, a su modo, y zarandeaba el cordel que la sujetaba a la manaza de Pito; pero temblaba mucho... aunque no tanto como yo.

» Doy, y no es poco, la de mi buena educación. ¿Le satisface a usted? » Como la mejor escritura púuublica me respondió tendiéndome la manaza, que no rechacé porque fingí tomar el suceso como señal de despedida, y aproveché tan buena coyuntura para levantarme y dar por terminada la conferencia.

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